plena coincidencia con los promotores de la exaltación rojigualda del domingo en que lo trascendente no fue el cuánto, porque como siempre ocurre se quedó en casa mucha más gente de la que se movilizó, sino el qué. Y ese qué constituyó una sarta de infundios, el mayor que el Gobierno de Sánchez aceptaba el derecho de autodeterminación. Desde el sinsentido de estigmatizar el diálogo, la esencia de toda democracia sustentada necesariamente en el pacto entre diferentes -e incluso contrarios-, para degradarlo a una cesión criminal. Con la agravante de concurrir una contradicción colosal por parte de los mismos que ahora acusan a un tercero de infecto cooperador del soberanismo catalán, tras abrir un cauce de negociación limitada al ceñirse al autogobierno, cuando bajo su mandato en la Moncloa se desarrollaron dos consultas independentistas. Las mentiras domingueras no se quedaron ahí, pues también se denunció un trato de favor imaginario a los presos catalanistas, cuya situación carcelaria tutela obviamente un juez de vigilancia penitenciaria. Reclusos por cierto que se enfrentan a unas penas desorbitadas porque la Fiscalía del Tribunal Supremo observa una sublevación violenta concebida como rebelión y la Abogacía del Estado aprecia un alzamiento tumultuario traducido en secesión, como para inferir una complicidad del Ejecutivo del PSOE asimismo desmentida por las enmiendas a la totalidad del PDeCAT y ERC a los Presupuestos de Sánchez. Tan persistente manipulación tuvo en Colón a tres relatores de parte revestidos de periodistas que en realidad actuaron como vicarios del trifachito convocante en tanto que voceros de un manifiesto falaz más digno del excomisario Villarejo como experto en microfonía. El testigo de esa narración mendaz ya lo enarbola Vox -quién mejor- como acción popular en el juicio del procés y garantía de su politización a modo de mitin diario de la ultraderecha por emitirse la vista oral en riguroso directo. El colmo del disparate con todo tipo de elecciones a la vuelta de la esquina. Para salir corriendo, literalmente. Sólo que entonces ganan los peores. Y eso mejor nunca.