Felipe de Borbón se ha venido arriba desde el 3 de octubre de 2017, cuando compareció delante de una estampa del soberano Carlos III con bastón de mando en mano para alinear al PSOE con la lectura del artículo 155 de la Constitución que avala la suspensión de la autonomía catalana. Si aquella puesta en escena ya pervirtió el papel de arbitraje y moderación del funcionamiento regular de las instituciones que al monarca le otorga el artículo 56 de la Carta Magna, Felipe VI persevera en situarse fuera de tono al extremo de responder cual agente jurídico a los alegatos de los imputados del procés. Proclamando para más inri la preeminencia de la ley sobre la democracia, no vayan los republicanos a hacerse ilusiones. Llegados a este punto, cómo no comprender que a un sector significativo y creciente de los administrados o más propiamente súbditos les resulte inaceptable que el único español inviolable -y por tanto impune- actúe como un operador político defendiendo planteamientos de parte sin someterse al refrendo de las urnas para persistir así en el blindaje de una jefatura del Estado perpetua y heredada. Con la derivada de que, ante semejante locuacidad, el actual rey pasa a ser dueño de sus palabras aunque también esclavo de sus silencios. En consecuencia, queda perfectamente retratado cuando por ejemplo calla ante la cruzada de Vox para liquidar el Estado autonómico o ante la pretensión del nuevo PP de Casado de paralizar las transferencias a las Comunidades que considera desleales, tratándose de traspasos competenciales previstos en estatutos con sustento constitucional. Así que a setas o a rolex, o sorber o soplar, su majestad Felipe VI. Porque esa figura, la misma que socava el principio de igualdad de todos los españoles, sólo puede explicarse más que justificarse desde el mero simbolismo de la estricta representación del conjunto y eso no casa en absoluto con discursos de palo y tentetieso contra quienes cuestionan democráticamente la unidad territorial. A ver si va a cundir el ejemplo de su sobrino Froilán, manifestante en Colón exigiendo elecciones contra Sánchez, pero para refutar a su regia persona.