se confirmaron los peores presagios y la ultraderecha también pervertirá la Mesa del Congreso con la presencia del voceras Gil Lázaro. Así lo quiso el PP, la antigua casa del actual representante de Vox, porque Casado juega a la reunificación fáctica de la derechona con él como caudillo, al estilo de su idolatrado Aznar. Tampoco hubo noticia en lo que atañe a la presidencia de la Cámara Baja, en este caso para bien puesto que Batet refrendó el favoritismo de su candidatura al igual que Llop el suyo como aspirante a regidora del Senado, para así instaurar un inaudito liderazgo de mujeres progresistas al frente de las Cortes. Sin sorpresas de fondo, la novedad la encarnó el socialista Zamarrón, que a sus 73 años operó como presidente de la Mesa de Edad del Congreso dignificando una institución devaluada por el número creciente de los cantamañanas que la corroen. Segoviano electo por Burgos, comenzó con una sentida solicitud de perdón a la ciudadanía por la incapacidad de la política para materializar en un gobierno su mandato de abril y luego se afanó por conducir la sesión con los usos litúrgicos propios del escenario donde se residencia la soberanía popular. Una condición sublime que demanda, además de rigor en los procedimientos, respeto por el antagonista y altura intelectual, lo que a su vez exige una oratoria fecunda y una dialéctica que base en la ironía la defensa argumental a la búsqueda del consenso. Vaya, la antítesis de lo que hoy se estila en la tribuna, un teatro de las vanidades para lograr con sobreactuaciones y ocurrencias segundos de gloria en las televisiones y retuits, lo que sepulta el intercambio de ideas y los contenidos que podrían devengarse. La escenificación ritual de Zamarrón, con sus citas a Góngora y Miguel Hernández, constituyó una llamada a recuperar las esencias del debate democrático, un imperativo a la luz de las 19 siglas que anidan en el Congreso en el marco de una fragmentación estructural. Eso sí, el médico especialista en digestivo hubo de tragar bilis ante la riña de colegio entre Vox y Ciudadanos por la ocupación de los escaños. Toda una alegoría de su pugna por el discurso más faltón y demagógico que se cierne también sobre esta legislatura.