usted es un prosumer -prosumidor en castellano- y probablemente no lo sabe. Y, si lo sabe, debería actuar en consecuencia. Comenzando por el concepto, se trata de un término que aglutina las condiciones de consumidor de la información obrante en Internet y de productor de esos mismos contenidos en la web 2.0, el estadio digital iniciado en 2001 -con la enciclopedia libre Wikipedia- que permite al usuario interactuar como creador y crítico en páginas dinámicas cuando en la fase 1.0 era un mero receptor pasivo, un simple espectador de páginas estáticas. Ese ciudadano hiperconectado gracias a la popularización de los smartphones y a la facilidad de acceso a todo tipo de plataformas gratuitas comparte además datos y emociones mediante las redes sociales convirtiéndose en un prescriptor de servicios y productos, con capacidad directa y sin intermediarios para incidir en la reputación y modificar las malas prácticas de instituciones y empresas. Tal democratización de la comunicación, que ya se vehiculiza horizontalmente frente el flujo vertical de los medios tradicionales -superando su triple función de informar, formar y entretener-, posibilita el aprovechamiento de la inteligencia colectiva en favor de las causas justas. Y ahí es precisamente donde radica el inmenso potencial de las comunidades virtuales sustentadas en los intereses reales de la ciudadanía contra la imposición de las élites, sean cuales fueran. Mayormente si atentan contra el interés general del común de los consumidores y de los electores, incurriendo en engaños, abusos o estafas materiales e ideológicas. Frente a todas las servidumbres inherentes a la generalización del teléfono móvil, particularmente en el ámbito laboral y en detrimento de las relaciones presenciales pese a la socialización que procura pantalla mediante, debemos tomar plena conciencia de que portamos un arma de construcción masiva de voluntades para cambiar el mundo o por lo menos nuestro entorno inmediato. A mejor, naturalmente, a golpe de clics de denuncia.