tra vez están aquí los salvapatrias. Para incendiar la suya. Lo de siempre en el PP, que en el Gobierno exige lealtades incondicionales y sin embargo se cisca en lo más grande con tal de recuperarlo cuando lo ostentan otros. Ya pasó con ETA, a la que Aznar llamó movimiento vasco de liberación para acercar a continuación a buen número de presos y luego el PP criminalizó el diálogo del PSOE hasta montar un akelarre en Pamplona a modo de denuncia de la inventada venta de Navarra. Incluso después de que ETA volara la T-4 y sepultara en Barajas dos vidas más. Ahora toca de nuevo con la cuestión catalana a cuenta de los indultos a los presos del procés por parte de Sánchez, con el PP abrasando las calles -hoy en comandita con Vox y Ciudadanos- como hizo al solicitar firmas contra el Estatut a la par que lo recurría para su cepillado. El germen aquel de un conflicto de naturaleza política que no se resolverá en los tribunales ni en las cárceles. Da absolutamente igual. Porque no se trata del interés general, menos de Catalunya donde el PP es irrelevante a efectos institucionales, sino de volver a la mayor brevedad a la Moncloa como si antes no se hubiera indultado sin mediar arrepentimiento alguno por ejemplo al acérrimo golpista Armada y a dos excargos socialistas como Barrionuevo y Vera condenados por terrorismo de Estado. Pese a las acusaciones de traidor de los falsarios conservadores de guardia, con quienes colaboran con ahínco la dupla de antaño González-Guerra y el trío actual Page-Lambán-Vara, Sánchez se la va a jugar anteponiendo su responsabilidad de gobernante para con el bien superior en este caso de la convivencia al desgaste particular instigado también desde las altas esferas de la judicatura. Cuando podría pasar de él ese cáliz en tanto que los apoyos parlamentarios al Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos, también los catalanes, nunca mutarían en un respaldo expreso al vigente PP mecido por la ultraderecha. Llegados a este punto, cabe apelar a un ejercicio de crudo realismo por parte del soberanismo catalán, a la búsqueda de soluciones factibles y graduales que ir refrendando por la ciudadanía con seguridad jurídica. De lo contrario, alimentará al maximalismo centralista que se nutre de la cizaña que siembra esgrimiendo la ley del talión. Pero, como dejó tan bien dicho Gandhi, ojo por ojo, todos ciegos.

No se trata del interés general ni de Catalunya, sino de recuperar la Moncloa como si antes no se hubiera indultado por golpismo o terrorismo de Estado y sin arrepentimiento