iedo da Enrique Maya. Y no será desde luego por falta de ganas de fiestas tras dos años y medio en blanco y sin rojo, hasta ansia viva podría decirse. Pero vaya turrada nos espera con sus arrebatos de protagonismo a cuenta de los próximos Sanfermines, que ha prometido especiales augurando que la covid mutará en una gripe fuerte. Palabra de arquitecto de profesión. Acogida con absoluto desdén la sandez de alargar los Sanfermines, lo especial según Maya comenzará por un lanzador del Chupinazo nunca visto, tal vez el mismísimo hombre bala propulsado cual cohete desde la plaza consistorial. O en su defecto la socialista Maite Esporrín, a ver si así le vuelven las ganas de renovarle la alcaldía a UPN. Ciertamente, de Maya puede esperarse ya casi todo tras el ajedrez callejero y el certamen de hípica tan típicamente sanfermineros, de acuerdo a su particular interpretación. Cuando lo que debe exigírsele es que alumbre un procedimiento de participación ciudadana radicalmente transparente y que en paralelo persiga con denuedo los máximos consensos en su calidad de líder del proceso compartido, sin patrimonializarlo a la búsqueda desesperada de los focos. Para procurar unos Sanfermines duales, del gusto de los de aquí en este 2022 como catarsis colectiva de normalidad al fin y en idéntica medida de los de allí como una experiencia festiva extraordinaria, sobre las premisas de la seguridad y la igualdad como pilares del sano divertimento. Por tanto, con la firme determinación de conjugar un programa esencialmente popular, donde cabrían un concurso de gastronomía sanferminera o un torneo internacional de mus como se ha propuesto desde el vecindario, con grandes conciertos en el Navarra Arena como marca adicional. Una simbiosis asímismo entre la exaltación de las relaciones interpersonales en la calle con la difusión global de Navarra y de su capital como territorios de oportunidades para el negocio además de para el ocio, más allá del beneficio para esa hostelería pagana como ningún otro sector de los rigores del coronavirus. No son los Sanenriques, señor Maya, de usted mismo y los suyos. Se trata de nuestros Sanfermines, los de todos y todas. Incluso de los pamploneses que huyen cada inicio de julio porque ya no los soportan pero que como contribuyentes los sufragan y a base de bien. Habría que aprovechar que muchos de ellos se quedarán este año para que vuelvan a cogerle el aire. Oxígeno para el futuro de unas fiestas sin igual, sí, aunque con una competencia potente y creciente.

De Maya puede esperarse casi todo tras el ajedrez callejero y el concurso hípico tan típicamente sanfermineros, incluso que el Chupinazo lo tirase el mismísimo hombre bala o Maite Esporrín