En el mar como en la vida no hay término medio, o se navega o se naufraga, o flotas o te vas hundiendo, o avanzas o vas hacia atrás. Pero el mar es más duro todavía que la tierra para quienes buscan un lugar donde emprender una nueva vida; ese mar azul y vivo al tiempo que inmenso y voraz al que se lanzan desesperadamente cada día cientos de personas que huyen de situaciones extremas, en embarcaciones pobres e inseguras, con la esperanza de llegar a tierra firme al otro lado de sus sueños o ser rescatados en alta mar. “En aguas internacionales no hay migrantes, nadie es ilegal; en aguas internacionales o se navega o se naufraga, y si vas en una embarcación precaria y con peligro de naufragio, tienes que ser rescatado inmediatamente, y así lo dicen los convenios”, así de rotundo se mostraba esta semana en Pamplona Óscar Camps, el director de la ONG Proactiva Open Arms, que cuenta con dos barcos que en este momento están listos para el rescate de personas pero no pueden zarpar por las trabas de la Administración. El Open Arms en el puerto de Barcelona y el Aita Mari en el de Pasaia, dos barcos de rescate que cuentan con personal preparado para salir a la mar en busca de esas vidas que necesitan una mano para no hundirse, pero que inexplicablemente no pueden hacerlo porque no se les conceden los permisos para zarpar. El Gobierno justifica el bloqueo en que el barco no es de pasaje, “omitiendo que el derecho marítimo dice que los náufragos no ocupan plaza ni de pasaje ni de tripulante”. Niega que sea algo arbitrario y se escuda en lo marcado legalmente, cuando ese marco esta suponiendo una vulneración de los Derechos Humanos. Desacertadas decisiones políticas cuando lo que está en riesgo es la vida de cientos de personas, vidas a la deriva que los Gobiernos invisibilizan día tras día. Mientras los políticos discuten, los refugiados se mueren. Un tema, el de los refugiados, que entra y sale de la agenda política según se vea el oportunismo de mostrar una aparente solidaridad que ponga a un estado por delante del resto en materia de inmigración. Triste imagen la de estos dos barcos de rescate amarrados a tierra mientras las personas naufragan en el mar. Seis muertos al día. Ese es la media de personas que perdieron la vida en el Mediterráneo en su intento de llegar hasta Europa en 2018. No hay término medio, navegas o naufragas.