No hay duda de que la sentencia sobre el decreto del euskera ha provocado una sacudida política, sindical y social, sobre todo social, porque las lenguas pertenecen a la sociedad y a los ciudadanos y ciudadanas que las usan como un legado más a preservar y como parte de su día a día. Nadie se esperaba que la sentencia contra el euskera iba a llegar tan pronto, ni que iba a llegar tan lejos. Pero en esta vida tampoco hay casualidades y menos en política. Estamos en pleno periodo electoral y el euskera tristemente siempre ha sido y es un tema susceptible de ser usado como arma arrojadiza o ariete. De hecho ya se está usando por determinados partidos que atacan aquello que deberían defender. La sentencia, como la demanda, no se sostiene técnicamente pero tiene un efecto jurídico o administrativo endiablado que incluso puede afectar a otros idiomas y al propio sistema de méritos en general dentro de la función pública. Sin embargo, hay veces que las amenazas son oportunidades, que hay que llegar hasta el fondo para coger aire de nuevo. Semejante fallo (entendido en el sentido de equivocación) judicial ha derribado un decreto trabajosamente levantado en la anterior legislatura a base de mucha masa posibilista y ladrillos transversales y ha dejado a día de hoy el ámbito del euskera en la Administración como un solar en el que volver a edificar. Precisamente, de tan burdo que ha sido, no parece que haga tambalear los cimientos del nuevo gobierno de progreso sino que ha generado un vacío que es posible llenar de nuevo con dosis de entendimiento entre diferentes, con consensos mínimos sobre la lengua, como los que aludía ayer la presidenta Chivite, para edificar no sólo un nuevo decreto, en caso de que no se recurra, sino una nueva Ley del Euskera e incluso cambiar la Lorafna si hiciera falta. Hay entidades neutrales, con prestigio, que podrían acompañar en este proceso siempre que se sumen voluntades. En política a veces hay avances sin acuerdos suficientes que acaban siendo retrocesos y hay acuerdos sin avances que defraudan a una sociedad que ha evolucionado mucho desde que se aprobara la ley del euskera. Y sobre todo ha evolucionado hacia un mundo sin fronteras ni zonas estancas que entiende las lenguas en clave de suma y no de resta. Es posible construir o reconstruir un consenso como uno de los ejes de una Navarra plural. Y desde él, edificar el solar común del euskera.