Es difícil hablar de Navidad sin caer en los tópicos. Son estas unas fechas en las que las tradiciones marcan un ritmo que no todos y todas pueden o quieren seguir, unas exigencias materiales y emocionales que muchas veces no están al alcance de la mayoría. En Navidad demasiadas cosas son porque siempre se han hecho así, no porque realmente nos guste como son. Imagina todos esos regalos comprados por compromiso que no satisfacen ni al que los hace ni al que los recibe; esas comidas y cenas en las que sobran las palabras porque el menú está repleto de conversaciones en las que ya no hay mucho que decir; compañías que no quitan la soledad o cercanía que no recorta las distancias. Pero también está el otro lado. Hay mucha felicidad en el reencuentro navideño, esa sensación de bienestar cuando sientes que formas parte de una tribu, tu familia, tus amigos, de esa gente que celebra la vida y el hecho de seguir juntos precisamente para seguir celebrando. La esencia de la Navidad no debería estar en el tener, sino en el ser. Es la mejor época para compartir emociones positivas, de esas que contagian y generan buen ambiente y para tratar de dejar de lado esa corriente negativa de las personas que viven en el no y que te acaban arrastrando. Podemos regalarnos tiempo, felicidad, sonrisas, abrazos, gestos, amor, compañía, palabras, emociones, sensaciones... eso que tanto necesitamos y que realmente vale mucho más que lo cuestan otros regalos. La Navidad ya esta aquí, a la vuelta de la esquina, como ese tiempo de reflexión, una buena oportunidad para mirarnos hacia adentro sin descuidar lo que tenemos fuera. Pensar en lo nuestro y en lo del resto. Tratar de ser solidarios con los que lo están pasando peor, que no son pocos y que conviven con nosotros en una misma sociedad. La desigualdad social, la pobreza, la exclusión, la falta de hogar, el desarraigo, son mucho más duras si cabe en estos días en los que la falta y las ausencias se acentúan. Nos lo recuerdan desde Cáritas, en un informe que sigue arrojando cifras demasiado elevadas de pobreza en Navarra y lo vemos aunque no miremos en nuestras calles. Ser positivo entonces es mucho más complicado, es verdad, pero si tu lo eres puedes compartir y contagiar esa energía.