No pocas veces la vida convierte en real algunos de los argumentos que hemos leído en novelas, esos dramas fruto del azar y no de la voluntad que ya desde la distancia de las páginas nos encogen el estómago. Historias que de tan duras suenan a escasa credibilidad mas allá de la ficción novelesca, pero que, de pronto, cobran una dimensión de realidad que nos descoloca. No siempre estamos preparados para asumir como propias las historias de otros y en un mundo cada vez más hiperconectado, donde todo acaba pasando cerca de alguien que a su vez conoce a alguien, las vidas se cruzan y se mezclan, y lo que nunca ocurrió va al lado de lo que tiene apariencia de real y muy cerca de lo que verdaderamente está pasando. Nos cuesta reaccionar ante los accidentes brutales, ante esos sucesos que cambian el curso de la vida en un segundo, que es lo que separa la línea de vivir o morir. Ese autobús que hace unas semanas perdió los frenos y chocó contra varios coches parados en Estella. En uno de ellos, una madre con sus dos niños regresaba a su casa tras pasar una tarde de viernes más, pero nunca pudo volver con los pequeños. O esa pareja de novios que paseaban tranquilos por una acera de Pamplona, quien sabe si hablando de sus inminentes planes de boda, hasta que un coche descontrolado se saltó todos los límites y los arrolló, dejando muda su charla y dejándolos heridos de extrema gravedad. Como lo ocurrido en Tarragona, cuando explotó un reactor y una plancha de gran tamaño realizó un increíble vuelo de dos kilómetros y medio hasta entrar por la ventana de una casa y matar al hombre que en ese momento pasaba en su sofá una tarde cualquiera. Cuesta creerlo, pero es posible. Es ese momento fatídico en el que nada puede evitar que ocurra lo nunca debería haber pasado. Los leemos cada día, pero siempre nos parece que son cosas que pasan lejos, y nos sumamos desde esa distancia a su emoción, a su tristeza, a la angustia cuando el hecho es irreversible. No estamos preparados para los giros salvajes de la vida. Nada nos alecciona ante la adversidad. Y pasa demasiadas veces.