Mi mejor medicina, tu sonrisa. No es una frase mía. La leí en un muro en el paseo del Arga, camino de las huertas de la Magdalena, hace unos meses, antes de que virus se cruzara en nuestras vidas. Me la guardé, como otras frases a las que de vez en cuando recurro y hoy la comparto convencida de que la sonrisa, como las buenas palabras, son una eficaz medicina en estos días. Que no se nos olvide sonreír. Que no olvidemos que la risa es energía, vida y salud. Tenemos que seguir sonriendo debajo de las mascarillas, por encima de las adversidades, para sentir las cosas buenas de la vida, para relacionarnos unas con otros desde ese lugar donde fluye lo bueno y donde no hay distancias. Para ver la vida de otra manera. Sonreír con los ojos si nos tapan la boca. Incluso para engañar a la mente cuando todo se tuerce demasiado. Se pueden decir muchas cosas solo con un gesto. No sé el resto, pero yo tengo la sensación de que una de las consecuencias de esta larga pandemia está siendo la pérdida de la alegría, que no es lo mismo que el sentimiento de tristeza, preocupación, dolor o incluso miedo. Es la sensación de que hemos dejado de sonreír, que estamos enganchados a lo malo. Amanecemos cada día con cifras que suenan catastróficas y datos que no somos capaces de asimilar en una deriva que ni los expertos pueden traducir. Es el covid-19 un virus tan retorcido que nos está alejando de la luz, encerrándonos en casa, para impedirnos ver. Un virus que a quienes contagia les convierte en positivo, dejando que la positividad de repente se invierta y pase a formar parte de aquello que rechazamos. La vida al revés. Queremos ser negativo, dar negativo para no retroceder. Que las suman resten y que los índices bajen. Y esa suma de negatividad como única salida entre tanta medida restrictiva nos esta cambiando el carácter. Y no hay que dejarse, porque esto puede durar. Son momentos de buscar, para seguir encontrando, razones para el optimismo incluso cuando nos pintan un escenario tan negro como los días de tormenta. Llueven malos datos, llueven confinamientos, restricciones, quejas, hasta alarmas pueden caer. Pero que no nos confinen la felicidad, ni nos roben la sonrisa, la necesitamos como la medicina de cada día.