a emoción contenida marcó ayer el acto principal del Día de Navarra, la entrega de la Medalla de Oro de la comunidad a los y las profesionales sanitarios y sociosanitarios navarros por parte del Gobierno, un reconocimiento en nombre de toda la sociedad a quienes han estado y están en primera línea frente al covid-19. El acto estuvo marcado por las restricciones a las que obliga la actual situación epidemiológica, que ayer volvió a darnos un toque de atención con un preocupante aumento de casos positivos que sin duda deberían ponernos todavía más en alerta ante las fechas que vienen. Así, en la entrega de esta medalla más que merecida a todo un sector esencial, no ahora sino siempre, faltaron los abrazos y los aplausos que tantas tardes rompieron el silencio del confinamiento desde los balcones. Aplaudíamos entonces con emoción y gratitud a los profesionales sanitarios, admirando su labor, pero poco a poco hemos dejado que los aplausos den paso a un injusto olvido, como si nuestra gratitud se estuviera diluyendo entre la queja, como si todo lo diéramos por hecho ya, como si cada cual tuviera su papel al margen del resto. Pero no es así. De esta pandemia solo saldremos con el impulso colectivo fruto de la suma de miles de impulsos individuales. Antes y ahora ellos y ellas hacen su trabajo con esfuerzo, vocación, compromiso, entrega y generosidad y a cambio que menos que darles toda nuestra gratitud. Las tres personas que recogieron la medalla, Ana, Carlos y María, agradecieron a la sociedad este reconocimiento que sin duda les supone un impulso para seguir hacia adelante después de los difíciles momentos vividos y en medio de esta segunda ola. Pero al mismo tiempo nos recordaron que es necesario seguir con el esfuerzo individual y colectivo, apelando a nuestra responsabilidad para que cada cual ponga todo lo que pueda para no volver a los tiempos oscuros que ayer de nuevo resonaron en sus palabras. Tiempos en los que los sanitarios se vieron desbordados física y emocionalmente pero siguieron cuidando, tratando, acompañando en los momentos más duros, tan duros como la muerte. Nos recordaron que ellos atienden a enfermos y no enfermedades, que tratan con personas y que cada paciente es único y por ello en estos meses han tratado siempre de velar por la dignidad de cada persona enferma, sabedores de que a veces un abrazo, una caricia o una voz amiga pueden ser vitales. Ellos y ellas han demostrado un compromiso de oro por la salud, por eso ahora más que nunca le toca al Gobierno y a toda la sociedad responder con el mismo compromiso para fortalecer el sistema sanitario y sociosanitario y a sus profesionales. Que no se nos olvide que antes de la pandemia también eran esenciales y que lo seguirán siendo.

En la entrega de esta medalla más que merecida a todo un sector esencial, no ahora sino siempre, faltaron los abrazos y aplausos que tantas tardes rompieron el silencio