emos cerrado la agenda del 2020 llena de encuentros pospuestos, de citas aplazadas, de celebraciones a la espera, de proyectos a medio hacer, de conversaciones dejadas para otro momento, de cafés fríos de tanta espera, de brindis virtuales, de viajes que no arrancan, de sueños todavía dormidos. Y nos enfrentamos a un nuevo año con todo por delante y con la sensación de que es mejor ir día a día que guardar para mañana, sabiendo más que nunca que tratar de retener el tiempo pasado es inútil, se pierde y no lo puedes recuperar. Es una mala inversión. No hay nada ni nadie que te cambie un momento por otro. Cada instante es único e irrepetible. No compensa agobiarse hoy por lo que quizás nunca ocurra mañana. Siguen los tiempos de incertidumbre y hay que vivir el presente más que nunca, porque es en ese presente donde realmente pasa la vida, y tenemos que aprender cómo hacerlo. No sabemos aún qué repercusiones tendrá en las personas este duro año vivido y todo lo que está por llegar. Pero las tendrá. Algunas más evidentes, otras más invisibles y seguramente más complejas. Es difícil calibrar la incidencia de la crisis del covid-19 en algunos de nosotros y nosotras, apreciar cómo estamos cambiando al sentir que nuestros valores hoy no son los mismos que ayer. Ahora le pedimos a la vida cosas diferentes a las que le pedíamos hace un año. Valoramos más lo que somos, lo que tenemos y lo que queremos y quizás por primera vez en muchos años hemos sido conscientes de que todo puede cambiar en un instante porque lo que hoy es un valor seguro, mañana tal vez no lo es o lo hemos perdido. Que para estar y sentirse bien ya no se persiguen grandes eventos sino pequeñas cosas que nos llenen la agenda de este 2021 de vida, de encuentros, de risas, de miradas, de palabras, de proyectos, de personas y de ilusión. Toca pensar en pequeño para aprender a disfrutarlo como si fuera lo más grande, sin frustrarnos por todo aquello que antes hacíamos y ahora no. En definitiva, saber vivir con las hojas de la agenda en blanco, sin miedo y soñando con llenarlas de momentos únicos.

Es difícil calibrar la incidencia de la crisis del covid-19 en las personas, apreciar cómo estamos cambiando y sintiendo que nuestros valores hoy no son los mismos que ayer