a próxima semana se cumplirá un año de la detección del primer caso de coronavirus en Navarra. Fue un sábado, el 29 de febrero, por lo que en el calendario de este año no tendremos la fecha exacta de la efeméride. Quizás mejor así. Es demasiado duro como para querer mirar atrás. La primera paciente ingresó muy grave en la UCI, como un anticipo de lo que se nos venía encima; por suerte superó la enfermedad después de varias semanas. Han sido doce meses en los que el covid lo ha llenado todo, el monotema que ha copado nuestra vida vaciándola de otros contenidos, de todo aquello que se sucedía con normalidad hasta esa fecha. Desde entonces nada ha sido como era y lo que es, se tambalea en un presente que se resiste a avanzar hacia el futuro por miedo a retroceder. El covid-19 lleva ya un año entre nosotras y nosotros, no lo hemos dejado atrás ni en los mejores momentos y por ello, cada día nos tenemos que acostumbrar a esa sensación de que todo puede cambiar de la noche a la mañana, como ha cambiado para tantas personas en estos doce meses, sobre todo para las familias que han padecido el lado más cruel con la pérdida de sus seres queridos. Las secuelas de la pandemia no las conocemos todavía, porque seguimos en la tercera ola sin poder determinar si habrá una cuarta o cuando acabará este auténtico tsunami, cada vez más debilitado. Pero sí las podemos intuir. Y no serán buenas. Salimos del confinamiento de la pasada primavera con la sensación de que el esfuerzo colectivo, la solidaridad y la empatía eran un arma cargada de futuro capaz de vencer un virus y sacar además lo mejor de nosotras mismas. Pero entramos en esta nueva primavera con el virus todavía activo y con una sensación bien diferente, de cansancio social e individual, esa sensación de tiempo detenido, cuando sientes que lo vivido no es aquello que esperabas de la vida. Como que no te mereces lo que te toca, aunque seas consciente de que no queda otra. La pandemia nos ha mostrado la fragilidad de una sociedad que se creía sólida, pero que no lo es tanto. Estamos mejor que hace un año según las estadísticas y los datos, pero no nos sentimos mejor. Conseguir dejar atrás el covid es clave para poder recuperar la vida cotidiana y empezar a sentirnos bien cada día. Creo que el reto está ahí, en llegar a sentir de nuevo que la vida tiene un presente cargado de futuro.

Han sido doce meses en los que el covid lo ha llenado todo, el monotema que ha copado nuestra vida vaciándola de otros contenidos