iramos lo que pasa en Madrid como espectadores de una mala película, una de esas historias con un guion absurdo y superficial por poco creíble y final previsible. Lo que estamos viendo en la campaña electoral madrileña nos pone ante el espejo de una realidad política que es difícil de aceptar como válida y contra la que hay que revelarse antes de que el reflejo nuble la vista y sea demasiado tarde. Ver a la derecha abanderar la bandera de la libertad como lema es una especie de insulto para quienes de verdad han luchado y luchan por la libertad con mayúsculas. Ayuso se ha creído su papel, sus mentiras y ha seguido la senda de otros políticos a los que aspira a parecerse, convertidos en personajes que dejan de lado la persona. Es una caricatura, un artificio, una actriz de la política que representa cada día el mismo papel, el que le está dando grandes éxitos. El papel que tristemente las y los madrileños parecen querer a la vista de los resultados que arrojan las encuestas. Vende libertad camuflada en los pactos con la ultraderecha y arranca un discurso populista en el que muestra a Madrid como la comunidad y la ciudad ideal para ser libre, como si serlo a estas alturas pueda depender de ella o su partido, como si no tuviéramos por derecho la libertad ganada a pulso, pese a las zancadillas de las Ayuso de turno de la historia de este país. Y frivoliza con las muertes, con la pandemia, con los hospitales, con la vida. Y se va de cañas e invita a a hacerlo como si nada fuera con ella, presumiendo de su irresponsable actitud. Y llena los debates, esté presente o no, de acusaciones, de tensión, de amenazas, de todo menos respeto y ética, y sin esas dos patas difícilmente se sostiene la política y menos la democracia. Madrid, esa ciudad a la que cantaba Sabina, está inmersa en su campaña política más penosa marcada por la tensión interesada impulsada por la derecha para tapar la ausencia de un programa que dé respuesta a las necesidades sociales más urgentes. La democracia está herida, las amenazas que han recibido estos días los políticos y políticas en forma de cartas con balas están siendo un tiro certero y ya se han cobrado la primera víctima, la capacidad de debatir entre diferentes, y sin debate, la política está demasiado cerca del abismo de los fascistas.

Ayuso se ha creído su papel, sus mentiras y ha seguido la senda de otros políticos a los que aspira a parecerse, convertidos en personajes que dejan de lado la persona