Cuando un cartel no te deja indiferente es que ha cumplido su objetivo, al menos en parte, el objetivo de hacerte pensar, de provocar, de generar debate. Pero cuando quiere anunciar algo y quien lo ve necesita que le expliquen ese algo que se pretende anunciar, el concepto de cartel en si mismo ha fracasado. Un cartel no es un cuadro, aunque pueda ser una obra de arte. El arte es uno de los pocos terrenos en los que te puedes mover en la no verdad, en la interpretación, en las sensaciones, porque no busca respuestas, sino preguntas. El cartel con el que este año se anuncia la Feria del Toro de Pamplona, el del homenaje al centenario de la plaza de la capital navarra, es desconcertante, cuando menos, inquietante y sobre todo interpretable. Es un cuadro, mas que un cartel. Un cuadro que nos habla de muchas cosas si somos capaces de ver más allá de lo que muestra, difícil tarea en estos días de consumo rápido y mirada líquida. Lo fácil al verlo es juzgarlo, cuestionarlo y criticarlo, sobre todo en las redes, y quizás todo juicio acierta en parte, que te guste o que no, pero desde el punto de vista artístico la descalificación esta fuera de lugar. Juanjo Aquerreta, el creador del cartel, es uno de los mejores pintores de Navarra y su obra, guste o no, forma parte de la historia del arte de nuestros días. Pintor y maestro de cientos de artistas, con una obra muy vinculada siempre a Navarra, al paisaje, a las emociones; un pintor intimista con un fuerte mundo interior, que se mueve mejor en el terreno del dolor, del sufrimiento y la compasión que en el terreno de la auto complacencia o la euforia de la fiesta. Hay mucho sufrimiento en el cartel, hay desconcierto, hay sangre, hay un joven herido y un amigo que le ayuda, elementos que para él están de alguna manera en la Fiesta del Toro y que Aquerreta ha querido llevar a su terreno en un ejercicio de libertad, que es de agradecer. Insisto, aunque no guste el resultado. Porque el cartel es un encargo sin condiciones, con plena libertad para el artista. La Casa de Misericordia elige al autor o autora y este plasma libremente su idea. Esta vez optó por un nombre reconocido y premiado, asumiendo el riesgo. Y es que en esta vuelta de las fiestas y de las corridas de toros quizás la sociedad necesitaba un cartel más alegre, que nos aleje de los tiempos recientes, pero lo que le ha salido a Aquerreta es un dibujo que precisamente entronca con la enfermedad, con el dolor y la pena de la fiesta no vivida, con esos dos mozos perdidos en los No Sanfermines de la pandemia. Nunca el arte ha sido complaciente, pero sí desconcertante. Tanto como el cartel de este centenario.

En esta vuelta de las fiestas la sociedad necesitaba un cartel más alegre, pero a Aquerreta le ha salido un cartel que entronca más con el dolor y la pena de la fiesta no vivida