hace unos días Unai Beroiz, fotógrafo de esta casa, recordó en las redes sociales una imagen de Pamplona de hace un año, en medio de una nevada. El ojo del fotero -que es hábil, personal y fino, así son los de esta casa- pilló a una villavesa articulada en la cuesta de Beloso, sostenida por los viajeros, que echaban mano, espalda y fuerzas para empujar al mamotreto gigante, que estaba varado, sin hacer pie -rueda- y deslizándose por la pendiente. La instantánea era curiosa y de plasticidad evidente. Testimonio gráfico y cuadro urbano de cuando la nieve hace de Pamplona un infierno. Tan altanera ella, rodeada de cuestas, inaccesible en días así. La fotografía de la villavesa varada en Beloso también resultaba evocadora, los viandantes como pigmeos peleando contra el mamut en plena glaciación.

Febrero ha sido un mes tradicionalmente duro de arriba a abajo -para eso estamos en invierno-. Las nevadas más rotundas y copiosas han caído en los últimos tiempos en él y, sin ir más lejos, la de hace un año estuvo muy bien. La nieve es un excelente compañero para la travesura y la aventura cuando tu mayor responsabilidad es ir al colegio y volver de él sin haberte calado, y se convierte en un manto incómodo cuando aplasta la ciudad con sus incomodidades, problemas de circulación y coches deslizantes guiados por conductores acojonados.

Inconvenientes muchos, pero normalidad. Como se decía en Amanece que no es poco, llevamos muchos días sometidos a “un fenómeno tan atmosférico y tan curioso”, mirando este sol, y transportamos encima un despiste de consideración. Terrazas a tope con cuerpos deseosos de colorearse con estos rayos de regalo coexisten con gorros y anoraks matinales bajo cielos despejados que despiden casi hielo.

Este tiempo nos pinza, nos descoloca y nos pone esperando lo que no es. A pesar de que somos conscientes de que no es normal, que va a cambiar y nos vamos a enterar, nos crea unas falsas esperanzas, levanta expectativas de primavera por adelantado, de mañanas tibias y mediodías cálidos, qué decir de noches frescas pero soportables. Como en febrero hemos estado como en mayo, ya sabemos lo que nos puede tocar en junio. A rescatar los mamuts en Beloso.