estuve siguiendo con interés, y un punto de admiración y asombro, las explicaciones que hace unos días me daban unos amigos de una provincia del sur peninsular -obvio su origen concreto, porque más allá de los cientos de kilómetros de por medio, no viene a cuento y se evita herir la piel fina que abunda en todas partes-, acerca del resultado de las elecciones en Navarra -tal cual- y del peligro terrible y tremendo que debemos sufrir por aquí. Seguimos dando miedo por algunos lugares, aterrorizados que andan de que la probeta explote y, según se agite, dé en un Jeckyl o en un Hyde.

Indudablemente, el lugar de nacimiento y residencia de estos colegas -gente viajada también- es lo de menos. Pero estas enésimas opiniones cargadas de razones y conocimiento de finas intrigas ha servido para ratificarme en mi adhesión a esta corriente de perplejidad sobre la excitación que provocan los últimos sucesos electorales de Navarra. Aunque las cosicas de las Comunidad Foral han levantado auténticas pasiones fuera de la muga -lo que hemos tenido que oír desde el más absoluto desconocimiento y desdén-, el panorama tras el último paso por las urnas se ha convertido en una gozada..., para el resto del orbe mundo. También resulta tranquilizador que los navarros de a pie, sin rango ni documentación superior a otros, seamos coincidentes a la hora de visualizar el mismo efecto, defecto, que se propaga desde aquí para los inquilinos de otras comunidades. Hablar sin tener ni idea, así es. Peor aún, sin querer enterarse de nada. Con el estereotipo y los clichés de siempre se circula mejor, por lo menos no te sales de la vía y no tienes peligro de descarrilar.

No cabe duda de que el tinglado que se ha montado en Navarra no deja de ser curioso a la hora de la definición del próximo gobierno -el sentido de la papeleta debería conllevar una responsabilidad por encima de la conveniencia de los pactos-, e incluso sosegados y expertos analistas, el otro día oí una ajustada opinión de Iñaki Gabilondo al respecto, no dejan de señalar lo generado aquí como la reunión de buena parte de todos los problemas, de la difícil práctica de los pactos y de la confluencia de todas las líneas rojas de todos los lados.

Ya lo dijo Shakespeare: “Navarra será el asombro del mundo”.