la explicación de algunos de los resultados de las elecciones es uno de los acontecimientos impagables que estamos viviendo durante estos días. La explicación de las cosas, así en general, es una propuesta que se enuncia con facilidad, pero resulta peliaguda. Primero, porque no todo tiene una explicación racional y lógica, que es lo que se busca en la delimitación de cualquier asunto; y, segundo, porque hay cuestiones a las que es mejor no buscar ninguna deducción.

Y entre las cuestiones peliagudas está la disección del respaldo numeroso y sonoro, porque éstos meten mucho ruido, que ha recibido Vox en las urnas. A saber, es aparentemente difícil encontrar algún nexo de unión entre esos tipos del partido más o menos encorbatados que levantan copas de vino y aúllan el brindis de los tercios de Flandes -tal cual- para celebrar los resultados electorales, y la masa que le da respaldo en casi todas las comunidades del Estado. Los analistas certifican que los desengañados se tocan, como los extremos, y que la desilusión es una buena razón, una patria grande y amplia. Otros hablan de la cobardía de la sociedad que ha ido guardando odios y taras hasta que alguien les ha abierto la puerta para que salgan. También las habilidades a la hora de lanzar sus mensajes directos y muy simples parecen que han ido calando como lluvia fina en sus votantes. La gestión de la mentira suele tener sus réditos. La persecución de los medios de comunicación habrá que suponer que es ser factor de cohesión en todo este voto. La persecución de las manadas, que ha quedado claro que son sólo de negros o moros, el acoso de todos los que no son como ellos es lo que mola. Buscando más explicaciones, quizás la defensa de las subvenciones para las corridas de toros debería ser otro elemento aglutinador de ese electorado emergente y pujante. Interpretaciones más buenistas, por contra, incluso hablan que los que les han votado no son así, como ellos, certificando que ¡vaya tela! Para ser como los otros. El contagio es una buena explicación, como también que no hay una explicación única.

Los demonios que algunos llevan dentro ya tienen por dónde salir. Y no quedarse quietos. Qué pereza. Qué peligro. Para este retroceso no hay una explicación.