l Sálvame PP de estos días mejora cualquier formato televisivo, radiofónico, de papel o digital de cotilleo, chismorreo, prensa rosa -azul- de los últimos tiempos. Si se apura, hay hasta una isla -solo viviendo aislado del mundo se pueden decir y hacer según qué cosas-, en la que se enredan amores perdidos y nuevos flechazos. No debe ser un asunto divertido andar metido en un asunto con puñales volando desde cualquier parte, al igual que resulta terriblemente aburrido algunas de las cuitas, desplantes, adhesiones, huidas y golpes en el pecho con los que profusa y detalladamente nos vienen contando. El minuto de juego y resultado de las truculencias en el PP y la reinterpretación de la palabra lealtad está resultando cargante.

Las claves de toda esta movida solo las tienen los que están dentro y quizás también es necesaria una cercanía ideológica para saber interpretarla. No cabe duda de que hay una pugna por el poder -este análisis compartido por todos debería ser desmenuzado, quizás simplemente para ser cuantificado-, aunque lo interesante está en esas otras cosas, sobre las que se quiso pasar de puntillas para situar los focos en la pelea a garrotazos. Aquellos asuntos vadeados -esos miles de euros que se resbalan como menudencias- son los únicos que han sido capaces de captar la atención de la plebe, y dejarla boquiabierta.

Quizás el alejamiento del ciudadano de la política, de la participación como integrante de los partidos, tenga que ver, por ejemplo, con la absoluta falta de sonrojo con la que se han reconocido cuantiosas operaciones económicas vinculadas a familiares de gestores públicos, surgidas tras el advenimiento de estos últimos a los cargos, y la calma chicha que se respira -se respiraba o se hacía creer que el aire corría puro- tras saberse de ello. El reparto de comisiones o la aparición de sumas disparatadas en negocietes poco claros ha estado arrinconado a un segundo plano y las primeras planas han sido durante mucho tiempo para las riñas de los niñatos y sus huestes acomodadas. Un bochornoso modus vivendi es el que se enseña, propaga, tolera e incluso fomenta... Que aquí no ha pasado nada y si ha pasado, es lo que se estila, se sabe que sucede, pero forma parte de la vida excelente del selecto mundo de enteraos y tipos listos que se manejan en la onda oportuna como tiburones alrededor de una ballena muerta. Esto sí que nos ha quedado muy claro, más que el otro rollo.

Tontos no, quizás solo ingenuos, a ratos. Pero, mejor vivir como ingenuos, que mirando para atrás a cada vuelta de la esquina. Y parece que para algunos esto toca.

La salsa rosa política se ha encumbrado estos días como formato periodístico, aunque lo crudo, la corrupción latente, se ha obviado demasiado