Un mes después del “¡Que viene la derecha!” que movilizó a la progresía y otorgó al PSOE de Sánchez una victoria inimaginable hace un año -cuando triunfó la moción de censura contra Rajoy- una de las grandes incógnitas del panorama político cómo va a ser y qué estrategia va a desarrollar la derecha que viene. La salida de Rajoy la ha dejado noqueada y en busca de su propia identidad. PP y Ciudadanos peleando a cara de perro por la hegemonía y con los ultras de Vox robándoles protagonismo. Siguen sin tener un discurso articulado que no sea el del miedo en Euskadi y Cataluña, donde las urnas los han borrado del mapa en el primer caso y les ha dado un severo toque de atención en el segundo. La centralidad que tanto añora Casado se la ha apropiado esta vez Sánchez. Al menos funcionalmente. Los devaneos del PP con los ultras de Abascal para intentar salvar los muebles y mantener algo de poder territorial (Madrid, Castilla León, Murcia, Aragón...) lo han dejado claro. Ayer abrió formalmente negociaciones a tres bandas pero la presencia de la extrema derecha marcará su devenir. Pactar con los cachorros que le acusaban no hace mucho de “derechita cobarde” tendrá consecuencias imprevisibles a medio plazo. Sobre todo porque Vox no es un convidado de piedra y se va a cobrar a precio de oro sus apoyos: en Andalucía acaban de poner en jaque al Gobierno al anunciar que rechazan el proyecto de presupuestos. Los de Abascal -con una estrategia de desgaste a corto plazo- contaminarán todo lo que tocan. Bien lo debería saber Rivera, que ya se ha topado con las primeras disensiones internas en Cs por la política de pactos. Ponerle líneas rojas al PSOE y hacerse el longuis con Vox lamina su pedigrí democrático. Y les retrotrae a la foto de Colón una imagen. Deben de tener claro que no es lo mismo predicar que dar trigo. Las tres formaciones tendrían que asumir que no hay espacio para tanta derecha, sobre todo para la más ultramontana, y que tarde o temprano unirán sus caminos vía pacto, sumisión o desaparición. La lucha por la primacía sigue en pie y el que comete más errores lo pagará caro.