ntre tanto dato alarmante y fría estadística despersonalizada hay algunas noticias, desgraciadamente las menos, que generan esperanza e insuflan ánimo a nuestra alicaída fortaleza. Alma protagoniza una de ellas. Alma Clara Corsini es una risueña anciana italiana de 95 años afectada por coronavirus que ha logrado vencer a la enfermedad. Es la primera paciente de esa edad que logra ganarle al mal la batalla por la vida tras una intensa pelea desde el 5 de marzo, lo que la convierte en ejemplo de tenacidad y, sobre todo, de esperanza. La imagen de esta sonriente anciana rodeada de médicos y sanitarios del hospital donde ha sido tratada debe ser un icono contra la pandemia en el se vean reflejadas las otras almas de esta despiadado combate. Sin nombre propio concreto pero al que todos le podemos poner nombre, cara, recuerdos.... Ahí están sobre todo los profesionales sanitarios, verdaderos arietes contra el COVID-19 y consuelo para los enfermos. Su humanidad y comprensión también son indispensables para superar esta crisis. Ellos se están dejando el alma y la vida, en algunos casos literalmente, y suponen ya más del 12% de las decenas de miles de contagiados. Por eso resulta indignante que este colectivo -al que cada vez más gente aplaude a los ocho de la tarde desde sus ventanas- esté en este país peor tratado que en otros de nuestro entorno. Son verdaderos héroes a los que hemos mandado a las trincheras de la lucha contra el mal sin las armas precisas. Son nuestra vanguardia, pero en muchos lugares ya andan escasos de medios y fuerzas más allá de su encomiable coraje y sacrificio. En un país en el que hasta ahora se valoraba más un estadio que un hospital, un personaje del corazón que una enfermera o un deportista que un médico, el virus está poniendo al colectivo sanitario en su justo sitio. En un pedestal. Ellos, como la jovial anciana italiana, son el alma de la lucha contra el coronavirus. Que no se nos olvide cuando pase esta mierda.