uando hace ahora un año PSOE y Podemos hicieron historia al formalizar tras las elecciones del 10-N el pacto que daría lugar al primer Gobierno de coalición las palabras ingobernabilidad e inestabilidad salieron por doquier desde las tribunas que siempre han apostado por una visión apocalíptica de la política. Sobre todo cuando la derecha es desalojada del poder. La validación de la investidura con 167 votos, aún lejos de la mayoría, auguraba un suplicio en el Congreso para sacar adelante leyes progresistas. La pandemia trajo el inevitable parón parlamentario e hipotecó la hoja de ruta de Sánchez, pero aún así el balance legislativo es razonablemente favorable para la izquierda, que ha embocado en una mesa de diálogo el contencioso de Catalunya y se dispone a aprobar los primeros Presupuestos del Estado tras la era Montoro con una aceptable sintonía entre las dos fuerzas mayoritarias y una ampliación de la mayoría que forjó la investidura. Ahora ultima unas Cuentas que inciden en el gasto social para salir de la crisis y aprovecharse de las fondos que vendrán de Europa para la recuperación y la transformación. El equilibrio entre las distintas sensibilidades de la izquierda se ha mantenido más aceptablemente del previsto y el apoyo de EH Bildu al Gobierno durante la tramitación de los Presupuestos, además del abandono de las trincheras de Ciudadanos, que ya no habla de líneas rojas, augura una cierta estabilidad parlamentaria. Esta solidez está fundamentada -quién lo iba a decir- en los escaños de la CAV, con EH Bildu compitiendo con el PNV por la mayor tasa de influencia en Madrid. Y también en Catalunya, con la apuesta de ERC y parte del PDeCAT por el diálogo político. Y con otro canal de diálogo permanente con patronal y sindicatos para impulsar el diálogo social y las reformas económicas y laborales. La pasada zozobra se está convirtiéndolo en solidez y equilibrio y este Gobierno ya va adquiriendo poso de estabilidad y casi la certeza de completará una de las legislaturas más complejas de la historia. Gracias a la apuesta por la responsabilidad de las fuerzas de izquierda, nacionalistas e independentistas. Y con la oposición irresponsable, una vez más, de la derecha. La estabilidad ya no es una utopía. Quién se lo iba a decir a Pedro y Pablo hace un año.