Enrique Maya no responde al perfil de esas personas que encabezan la lista de los preferidos para irse de cañas. Más bien da la sensación de que tendría su tirón para ejercer de acompañante en la Procesión del Santo Entierro, aunque haya quienes sostienen que en la distancia corta puede llegar a ser un tipo dicharachero. Quizá sea así, pero desde luego en la media o larga no es alguien que pueda ser confundido con el prototipo de sanferminero que exprime la celebración como si no hubiera un mañana. Sea como fuere, lo cierto es que el alcalde se resiste como gato panza arriba a dar por amortizadas las fiestas de este año y sigue esperando a que obre un milagro sanitario que nos devuelva a la anhelada normalidad que perdimos hace un año. En el fondo, tampoco está mal que agote todas las posibilidades antes de bajar la persiana festiva, aunque cabe suponer que el ilustrísimo es consciente de que estas fiestas ni tienen término medio, ni hay margen para sucedáneos. O se celebran, con todo el despiporre que conllevan, o se suspenden. Sorprende, sin embargo, que en la misma medida que acumulamos meses sometidos al toque de queda, al uso de la mascarilla, al cierre perimetral, etc, el alcalde continúe en su obstinación en organizar alguna corrida de toros. Con la que nos ha caído encima en el último año de restricciones y renuncias obligadas por la covid, de forma recurrente pone sobre la mesa su idea de sacrificar unas reses, pese a que nada indica que se trate de una anhelo mayoritario de la sociedad pamplonesa fuera del contexto sanferminero. Al contrario. Parece algo caprichoso. Como lo es la imperdonable metedura de pata en forma de gratuito ataque al comercio local que vomitó este jueves, cuando, sin venir a cuento y sin ninguna base real, se permitió decir que en estos establecimientos los precios son más caros. Es verdad que el munícipe rectificó después del chorreo generalizado que le cayó, pero debería explicar cuál es su modelo de ciudad, porque si su apuesta es vaciar los barrios de comercio, llenarlos de bares y que nos desplacemos en coche a las grandes superficies, mal vamos.