Dos noticiones relacionados con la puñetera pandemia hemos recibido en menos de 24 horas. El jueves pronosticaba Chivite que Navarra alcanzará la inmunidad de grupo a primeros de agosto, casi dos meses antes de lo previsto. Ayer Pedro Sánchez coronó una semana particularmente feliz ridículo de la derecha en Colón, derrota de Susana Díaz en Andalucía y espaldarazo de la patronal y del Congreso de los Diputados a los indultos con el avance de que podremos quitarnos la mascarilla en exteriores a partir del próximo sábado.

No han tardado en salir algunos a criticar al presidente español, al que acusan de buscar rentabilidad política en la relajación de las restricciones relacionadas con la covid. Olvidan, sin embargo, que no se escondió cuando tocó comunicar las decisiones más duras en aquellas interminables comparecencias de los domingos, en las que ponía cara de bueno y nos llamaba compatriotas mientras firmaba una prohibición tras otra.

En cualquier caso, aquello es historia. En el horizonte vemos ya no solo luz al final del túnel, sino fogonazos fruto de la vacunación, que está siendo capaz de doblegar al virus. Es hora, por lo tanto, de ir planificando, desde la prudencia, escenarios que se asemejen cada día más a lo que vivíamos antes del covid.

De la misma manera que Osasuna vende sus abonos contemplando la posibilidad de que en menos de dos meses regresemos en masa a El Sadar, también se puede ir trabajando en el diseño de la recuperación del ocio festivo. Y metidos en harina, antes o después habrá que hablar de ver si podemos hacer algo primero en los Sanfermines txikitos, y después en los grandes del año que viene.

Si en 1979 hubo consenso generalizado para estirar las fiestas hasta el 15 de julio, después de que los de 1978 los reventara la Policía, no parece un despropósito plantear que los de 2022 duren algún día más. Hace 42 años el 14 cayó en sábado, por lo que prolongar la farra hasta el domingo tampoco supuso un gran trastorno laboral. Y como el año que viene terminan en jueves, hay margen para cobrarse alguno de los nueve días que perdimos el año pasado y los otros nueve que se van a escapar ahora.