es un clásico. De alguna manera irresoluble pero fundamental. Por mucho que digan los nuevos politólogos que los esquemas están superados al final siempre está ahí al fondo. La política es la resultante del cruce de dos ejes: el social y el identitario. El binomio derecha/izquierda y el de centro/periferia. Construcción social y construcción nacional. Vale para todo el planeta. Y también para nuestra tierra. La apretada y precipitada agenda electoral, unida a la trepidante actualidad han generado un escenario endiablado y paradójico. Una potente corriente periférica como es el proceso catalán ha sido utilizado para armar una fuerte reacción centralista, pero sobre todo de derecha-ultraderecha, con el bloque Ciudadanos-PP-Vox al que, a su vez, Sánchez y Podemos (pillados en esta encrucijada de ejes) han respondido con una convocatoria y campaña en clave de izquierda contra derecha. ¿Y Navarra qué? Pues este movimiento telúrico y este tsunami también ha llegado a las remansadas aguas forales que afrontaban unas elecciones autonómicas muy apretadas, pero sobre el esquema de continuidad del cambio o vuelta al antiguo régimen. Este era el tablero inicial que ahora en parte ha resultado trastocado con la temeraria y desesperada maniobra de fusión electoral entre UPN y PP, por un lado, y el esperado surfeo de la ola socialista a la que se subirá el PSN (muy significativo lo de Valencia, espejo heterodoxo de la experiencia navarra) si logra un buen resultado en las generales, aunque tenga más complicado su escenario de pactos con sus exclusiones a priorísticas y su mochila del pasado. Pero eso es mucho adelantar. De momento los partidos deben afrontar el envite del 28 de abril y llegar vivos al 26 de mayo. Las fuerzas del cambio -un ejercicio de suma desde la diferencia modélico- tienen complicado recuperar el discurso que sintetice ambos ejes para dar la resultante hacia el electorado de que la mejor forma de avanzar en clave progresista es el desarrollo del espacio de decisión local. Y a la inversa, los partidos estatales que se la van a jugar a la dicotomía izquierda-derecha van a tener que morir al palo y pactar con la periferia para gobernar si no les salen las cuentas. Y se tirará del marxismo, otro clásico, pero del de Groucho no el de Karl: “Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros...”, decía el cómico.