Los graves acontecimientos que han tenido lugar en las últimas horas en relación con la violencia machista han venido a retratar de manera cruda y brutal la realidad de una lacra que no cesa y, precisamente por ello, de la necesidad de continuar fomentando políticas públicas y actitudes y compromisos personales para proteger a las mujeres amenazadas y hacerla frente. El asesinato ayer mismo de Rebeca, una joven de Laredo apuñalada presuntamente por su también joven expareja y convirtiéndose en la primera víctima de la violencia machista de 2019, así como las detenciones registradas en el Estado en las primeras horas del año por ataques a mujeres -como los de dos hombres acusados de una agresión sexual a una menor en Castellón-, unidos a la nueva sentencia de ayer de la Audiencia de Navarra que mantiene en libertad a los condenados de La Manada por abusos sexuales, son hechos, todos ellos, que vuelven a poner de manifiesto que no se puede bajar la guardia ni ceder un ápice ante actitudes retrógradas, misóginas, machistas, antidemocráticas y que pueden ser consideradas, como mínimo, cómplices de los crímenes contra las mujeres. Es el caso de los postulados de la formación ultraderechista Vox, que pretende abolir las leyes y anular las medidas puestas en marcha en los últimos años para atajar la violencia machista. Y, apoyado en el protagonismo que de manera irresponsable le han concedido PP y Ciudadanos al aceptar su apoyo al Gobierno que pretenden instituir las derechas en Andalucía, el partido de Santiago Abascal está tensando la situación exigiendo el veto a todo lo relativo a la ley de prevención y protección integral contra la violencia machista contenido en su acuerdo bajo la amenaza de impedir la investidura como presidente de la comunidad del popular Moreno Bonilla. PP y Ciudadanos están en un callejón sin salida porque necesitan a Vox para clausurar las décadas de poder del PSOE en Andalucía y avanzar en las expectativas de una posible alianza posterior tras las próximas legislativas. El ejemplo andaluz constituye con claridad el paradigma de lo que está por venir en otros estamentos. Pero hay líneas que no se deberían franquear y a PP y Ciudadanos ceder ante la derecha extrema en un asunto que toca la piel de tanta gente también les puede llegar a pasar factura.