No hay un sistema de salud potente sin un sistema de formación e investigación detrás ni al revés, una buena oferta académica en materia sanitaria sin una red de centros de salud y hospitales en los que hacer prácticas e investigar. Y en un asunto tan crucial y sensible como la salud, es la red pública (educativa y sanitaria) la que tiene esa primera responsabilidad. Tanto el Parlamento como el Gobierno y la propia UPNA (el rector Alfonso Carlosena reafirma esta tesis en un artículo que DIARIO DE NOTICIAS publica hoy) vienen coincidiendo en el respaldo a completar la actual oferta de la Universidad Pública con una carrera de Medicina que no solamente tiene el aval técnico del centro sino que está considerada como una apuesta estratégica de desarrollo que va más allá de los departamentos de Salud o Educación enlazando con la estrategia de especialización inteligente S3 y se ha convertido también en una reivindicación histórica de gran parte de la sociedad de Navarra. Porque el debate sobre este asunto, si lo hubiera, no se puede realizar en abstracto o apoyándose en estudios y estadísticas estatales sobre una supuesta saturación de facultades de Medicina sino aquí y ahora. Navarra es una comunidad que como en su día mereció contar con una Universidad Pública aunque hubiera un campus privado, tiene el derecho de dotarse ahora con un grado de Medicina sin que haya demanda de la ciudadanía y voluntad política y presupuestaria para ponerla en marcha. Y no es una apuesta contra nadie ni nada, sino a favor del desarrollo de la sanidad pública y la educación universitaria que tendrá efectos positivos también en materia de empleo, de cohesión social y de igualdad de derechos. No es de recibo argumentar que ya existe una facultad de Medicina en la Universidad de Navarra -que goza por cierto de un gran prestigio, como su clínica- para intentar desactivar esta demanda social que, si la ANECA no lo frustra, está a punto de convertirse en una realidad, ya que las universidades privadas tienen su propio campo de juego, ideología y precios con los que compiten con otros centros mientras que una universidad pública -a la que hay que exigir el mismo rigor, prestigio y eficiencia- se debe a las instituciones también públicas que la crean para garantizar la igualdad de oportunidades en el acceso a una profesión tan importante como la médica y más en un momento de falta de profesionales.