A menos de seis semanas para la fecha teóricamente límite -fijada para el próximo 29 de marzo- para que se produzca de manera definitiva la salida del Reino Unido de la Unión Europea (el denominado brexit), las posiciones entre las distintas partes implicadas parecen mantenerse inamovibles y la negociación sigue estancada sin que pueda aventurarse cuál puede ser el desenlace. Aunque esta pasada semana el ministro británico para el brexit, Stephen Barclay, aseguró de manera rotunda que la salida del Reino Unido se producirá en cualquier caso el 29 de marzo -“con o sin acuerdo”, dijo, porque “así lo establece la legislación”-, lo cierto es que con el paso del tiempo cobra mayor certeza la hipótesis de que, ante la falta de acuerdo y del desastre que supondría una salida dura, pueda producirse una prórroga, quizá hasta el 1 de julio o incluso más allá. Hay que tener en cuenta que los europeos están llamados a las urnas para votar la composición del nuevo Parlamento entre el 23 y el 26 de mayo, con lo que esta situación puede distorsionar -aunque, obviamente, no participen los ciudadanos británicos- la campaña y los propios resultados, mediatizados por un escenario inédito y, en cierto modo, caótico. Tras las sucesivas y duras derrotas sufridas por la primera ministra, Theresa May, en la Cámara británica, y las también contundentes negativas por parte de la Unión Europea a renegociar y alterar un acuerdo ya suscrito, los diputados del Reino Unido tendrán una quizá última oportunidad para debatir y aprobar una salida digna. Nada hace presagiar, sin embargo, que pueda llegarse a un acuerdo con posiciones tan encontradas que, a su vez, pueda ser aceptado por la UE, que está manteniendo una posición firme en defensa de los valores de la unión. Sea como sea, propios y extraños se están preparando para los distintos horizontes que se prevén. Entre ellos, el del brexit duro, que, según el propio Banco de Inglaterra, conllevaría un “choque económico” de consecuencias globales, y que ya está llevando a situaciones complicadas, con desabastecimientos, acopios de víveres, etc. En cualquier caso, a estas alturas parece que solo un acuerdo puede librar a Reino Unido y a Europa de un caos de consecuencias económicas y sociales imprevisibles.