tiempo de postureos y de presiones de los grandes poderes fácticos. Más que los cálculos respecto a los posibles acuerdos que definan la gobernabilidad del Estado español, la configuración de un Ejecutivo tras las elecciones generales del domingo ni puede ni debe ignorar la realidad de sus resultados. Cuando desde la derecha española se ha intentado -y por momentos conseguido- presentar los comicios como una pugna entre dos ideas de Estado, en la que UPN, PP, Ciudadanos y Vox han defendido, de modo estentóreo incluso, la derrota prioritaria de Sánchez y el retroceso hacía un Estado pre-democrático, la suma del bloque recentralizador, pese a la irrupción parlamentaria de Vox, ha salido de las urnas con un estrepitoso fracaso. También en Navarra, donde ese frente derechista se sitúa a más 100.000 votos de la mayoría progresista que suman los partidos del actual Gobierno y el PSN, que de un modo u otro abogan por impulsar, aun a través de modelos diferentes, el respeto a las capacidades de autogobierno y su incremento. Es posible que visto el fracaso de la estrategia frentista de derechas, Esparza trate de resituar su discurso con la esperanza de llevar una vez más al PSN al rebufo de los intereses de UPN, pero la realidad es que UPN se presentó a las elecciones del domingo de la mano de las derechas y de Vox con el único objetivo de echar al PSOE del Gobierno y poner en marcha un proceso autoritario, antidemocrático y recentralizador. Si el PSN vuelve a caer en la misma trampa, acabará de nuevo donde acabó en 2015. En el ámbito del Estado, la pregunta es, por tanto, si quien ha alcanzado la legitimidad para encabezar la formación de Gobierno puede siquiera escrutar la posibilidad de una mayoría absoluta conformada junto a quien, como Ciudadanos, difiere absolutamente en la concepción plurinacional del Estado, incluyendo en el caso de Navarra o la CAV la exigencia de eliminación de sus regímenes forales, y además se opone al diseño de un nuevo modelo de relaciones socioeconómicas que ha sido definido como prioritario. Y que en Navarra ya ha puesto en marcha con éxito y resultados esta Legislatura. La dificultad para que programas e ideologías tan dispares congenien en un proyecto común es algo más que evidente. Al contrario, un hipotético pacto forzado entre Sánchez y Rivera no ofrece a medio plazo una vía de estabilidad, diálogo y acuerdos clara para solucionar los graves problemas que afectan al Estado español en materia económica, institucional, territorial y social.