si la constitución de los ayuntamientos constituía una prueba de fuego para marcar actitudes de cara a una eventual investidura presidencial de la socialista María Chivite -cuyos parlamentarios representan el 22% de los escaños del Parlamento de Navarra-, el PSN ha tensado la cuerda hasta el extremo en contra del interés del electorado progresista y más en concreto de la gobernanza social en el ámbito local. Porque, cumpliendo los pronósticos más optimistas de Navarra Suma, le ha facilitado el poder de manera generalizada impidiendo que otras formaciones ajenas a la tríada de derechas mantuvieran o consiguieran alcaldías. Ejemplos paradigmáticos de ese entreguismo socialista a la alianza conservadora son consistorios del calado de Pamplona, Barañáin, Burlada, Estella o Egüés, evidenciando una claudicación ideológica que únicamente puede obedecer a la predeterminación de eliminar competidores a la izquierda privándoles de la vara de mando municipal sin distinción de siglas. La paradoja reside en que el PSN ha desairado en el ámbito local a los que pretende socios para acceder al Ejecutivo foral, dispensándoles una falta de empatía absoluta mientras contradictoriamente les pide actos de fe en el orden gubernamental ante las reticencias del PSOE a la operación de Chivite por la necesidad imperiosa de que EH Bildu se abstenga incluso aunque fuera sin contrapartidas. La resultante es que el PSN operó ayer con una flagrante irresponsabilidad tiznada además de soberbia, pues asimismo quiere para sí la presidencia del Parlamento demostrando una nula vocación negociadora, como si ansiara una ruptura de las conversaciones abiertas con Geroa Bai, Podemos e I-E. En definitiva, la réplica municipal del agostazo de 2007 que ayer protagonizó el PSN deja en el aire los escenarios posteriores de entendimiento progresista y alienta las expectativas de la derecha -ahora incluso más radicalizada por integrar el antiforalismo de Ciudadanos-, a la que el PSN auxilia por enésima ocasión, fiel a la vertiente más lamentable de su historia con la salvedad de la corrupción del urralburismo. Más penoso resulta que todo eso sucede mientras el PP y Ciudadanos, los socios de UPN, se reparten el pastel en el Estado allá donde los números les alcanzan con el indisimulado apoyo de Vox y en detrimento de los compañeros de militancia del PSN.