Las negociaciones para la conformación de un gobierno en el Estado han degenerado ya, al parecer de forma irreparable, en una sucesión de declaraciones de los líderes y portavoces del PSOE y Unidas Podemos con matizaciones continuas respecto a las condiciones que unos y otros tratan de imponer. Acompañadas ayer, además, del voto contrario de Raquel Romero (UP), a la investidura de la socialista Concha Andreu, que impidió la elección de esta como presidenta de La Rioja, de la exigencia de entrar en el Gobierno de Navarra que provocó, a solicitud del PSN, el aplazamiento de la cita para abordar la estructura del futuro Ejecutivo que quiere encabezar Chivite. A falta de solo tres días para la sesión de investidura de Pedro Sánchez y a una semana de que el día 25 se agoten sus posibilidades de sacarla adelante siquiera en segunda votación, el divorcio entre el secretario general socialista y presidente en funciones y Pablo Iglesias es evidente. Tanto que Sánchez no escondió ayer su veto explícito a la inclusión del líder de Podemos en un ejecutivo bajo su Presidencia en un intento de situar en la ambición personal de Iglesias el origen de la irresponsabilidad que impregna todo el proceso y que también le corresponde a él en gran medida: dos no riñen si uno no quiere y el problema entre el PSOE y Podemos es que los dirigentes de ambos partidos han decidido reñir. Esta decisión, sin embargo, se ha tomado ignorando a quienes les dieron su confianza en las urnas desde la prevención a un gobierno de la triple derecha o la pretensión de que se conformara un gobierno de progreso que diese continuidad a la moción de censura que sacó a Rajoy de Moncloa y llevó a Sánchez a la Presidencia. Y se ha tomado también desde la desidia ante las consecuencias de prolongar -en septiembre se cumplirían siete meses- un gobierno en funciones incapaz en las limitaciones de su interinidad de desarrollar siquiera los acuerdos que se alcanzaron tras aquella moción, incluidos los que afectan al autogobierno de Navarra como el traspaso de la gestión de Tráfico. Sánchez e Iglesias, empeñados en la pugna del y tú más, obvian que no se trata de formar el gobierno que mejor responda a sus pretensiones, sino de conformarlo para dar respuesta a lo que demanda mayoritariamente una sociedad que sin duda lo tendrá en cuenta si la abocan a las elecciones por cuarta vez en cuatro años.