Los cálculos de la Dirección General de Tráfico cuantifican en unos 90 millones el número de desplazamientos de vehículos desde el comienzo de la operación salida de verano, el pasado 28 de junio, hasta el próximo 1 de septiembre. Un volumen considerable que obliga a extremar las medidas, tanto a los conductores como a quienes deben de velar porque ese tránsito discurra de la manera más segura posible y con una minimización de los riesgos que lleva implícito el compartir una vía con otros usuarios y el pilotar una máquina en la que hay que controlar la velocidad. En esa carrera codo a codo contra las estadísticas que se entabla periódicamente, los últimos datos aportan algunas noticias en positivo ya que después de cuatro años de incrementos en la siniestralidad, 2018 registró un descenso del 1,3% aunque las víctimas superaron las 1.800. Hay mucho de oportunidad a la hora de difundir estos balances y hacerlos coincidir con épocas del año en las que más se viaja por carretera. La sola enumeración de fallecidos ya es una señal de aviso, una advertencia de lo que puede ocurrir si se superan los límites de velocidad establecidos, si se consulta el móvil cuando la atención debe estar puesta en el volante, si no se respetan las señales de tráfico o el conductor ha consumido alcohol o drogas. En este contexto hay que enmarcar la reciente decisión de la Fiscalía de dar instrucciones a los agentes de tráfico, entre ellos lógicamente los de Policía Foral, en las que autoriza la grabación de los conductores con apariencia de estar drogados y aportar esa imágenes a las pruebas de saliva practicadas. Esta decisión nace de los datos aportados por el Instituto Nacional de Toxicología que refleja que los conductores muertos en accidente de tráfico tras consumir drogas, sobre todo cannabis y cocaína, aumentaron casi nueve puntos porcentuales en la última década. Con estas medidas, el objetivo no es solo evitar riesgos a quien está al volante, también a los ocupantes de otros vehículos o a peatones que pueden pagar con su vida esta grave negligencia. Una advertencia más para quienes, en el caso de una Navarra que la próxima semana abre el portón de su largo y denso calendario festivo, no distingan aún que los verbos consumir y conducir son parecidos, pero incompatibles.