si algo quedó claro después de la primera sesión del debate de investidura es que Pedro Sánchez está tan lejos de ser elegido presidente como en la víspera. Por la tribuna desfilaron los representantes de las cuatro fuerzas -PP, Ciudadanos, Unidas Podemos y Vox- que quedaron por detrás del PSOE en las elecciones del 28 de abril y a ninguna de ellas convenció el candidato. Estaba cantado el rechazo de las tres derechas a las aspiraciones del líder del PSOE, por lo que el principal punto de atención residió en el cara a cara con Pablo Iglesias. Y ahí fue donde ambos exhibieron una brecha tan profunda que reduce la posibilidad de que este pleno termine con un acuerdo entre los socialistas y Unidas Podemos, si atendemos al duro cruce de reproches entre ambos. No obstante, conviene no perder de vista que el Congreso es un foro del que forma parte la escenificación teatral, por lo que tampoco hay que descartar que este desencuentro torne de aquí al jueves en un acuerdo que salve la investidura. Conocedor de que ayer no iba a tener apenas aliados entre los oradores, Sánchez optó por un discurso inicial de perfil bajo, sin estridencias, repleto de objetivos genéricos -citó seis: empleo y pensiones, revolución digital, cambio climático, igualdad de género, pobreza y desigualdad y Europa- e intenciones -algunas, como la supresión de la ley Mordaza, heredadas de su primer gobierno- pero sin la mínima concreción sobre el modo de abordarlos. Sánchez buscó con sus palabras no importunar a la derecha, especialmente al PP, pero importunó a la mayoría con sus evidentes silencios, con la ausencia total de alusión a los conflictos territoriales y sin hincar el diente a Catalunya. Si hasta su discurso de investidura -¿lo fue realmente?- Sánchez no había avanzado lo suficiente, ni mucho menos, en los consensos que se le presuponen a un gobierno de progreso que pretende una reforma del Estado, sea cual sea el alcance de esta, en sus dos horas de discurso no dio un solo paso adelante. Y quizá haya que entenderlo simplemente así y Sánchez no tenga, al menos de momento, interés alguno en avanzar. Ya sabe que hoy no tendrá votos suficientes para ser presidente, por lo que habrá que esperar al jueves para ver si realmente tiene la valentía de dar un giro a la izquierda, el único que le puede garantizar la mayoría suficiente para seguir en Moncloa.