la decisión del primer ministro británico, Boris Johnson, de suspender el Parlamento a partir del día 10 y durante cinco semanas y su efecto de imposibilitar en la práctica una decisión de la Cámara de Westminster que revierta el brexit, programado para el 31 de octubre aun sin acuerdo entre Londres y la Unión Europea, no situaba a Gran Bretaña en el dilema entre unas elecciones anticipadas de resultados imprevisibles y una crisis constitucional de insospechadas consecuencias. Porque esa segunda posibilidad llevaría finalmente a recurrir también a las urnas y la convocatoria de snap election se antoja la única iniciativa capaz de alcanzar, en los cinco días hábiles que tiene por delante el Parlamento antes de su suspensión, una mayoría suficiente. Necesita dos tercios de la cámara y para lograrlos se precisa un acuerdo entre conservadores y laboristas, pero este es factible como ya demostró el pasado abril la aprobación de la enmienda conjunta Cooper-Letwin (390 votos a favor y solo 81 en contra) que pretendía dificultar la deriva hacia un brexit sin acuerdo. Ayer mismo, Jeremy Corbyn, se mostró partidario de las urnas y la rebelión de numerosos diputados tories ante la casi certeza de que la suspensión del Parlamento llevaría a un brexit abrupto no se minimiza -quizá todo lo contrario- con la amenaza de expulsión esgrimida por Johnson. La convocatoria, además, sería la única razón que el ahora premier podría esgrimir para plantear a la UE una nueva prórroga del artículo 50 sin caer en el descrédito ante los brexiters conservadores que impulsaron su candidatura como sustituto de Theresa May, aun si dicha prórroga no es estrictamente necesaria: incluso el límite de los 14 días en que Johnson u otro líder parlamentario deben presentar al Parlamento una mayoría suficiente para impedir las elecciones más las cinco semanas pertinentes hasta la fecha electoral permiten su convocatoria justo días antes del determinante 31 de octubre. Johnson, además, podría presentarse como aglutinador del voto probrexit con el fin de recuperar el espacio arrebatado por el partido de Nigel Farage en los últimos comicios, los europeos del pasado mayo, con la pretensión de que la hasta ahora calculada indefinición de Corbyn y el resurgir de los liberal-demócratas le permitiesen apuntalar una mayoría que ahora es apenas aparente.