el brote de neumonía en China causado por el coronavirus 2019-nCoV, que eleva ya el número de fallecidos a unos 150 y los casos confirmados de contagio a alrededor de 6.000 -cifras similares, aunque todavía de menor afección contrastada, que las de la neumonía atípica asiática o SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome) de 2002-2003- exige de las autoridades sanitarias, las de allí y las de aquí pasando por la Organización Mundial de la Salud (OMS), disposiciones que controlen tanto la epidemia como la alarma que suscita. Si bien Pekín ha actuado ahora con más celeridad que con la neumonía de principios de siglo, tanto por temor a las afecciones a su comercio y economía -también a su imagen de incipiente potencia- como por precaución sanitaria, la creciente aparición de afectados en otros países hace asomar una intranquilidad global que a veces abonan los propios medios de comunicación. Un despropósito, en tanto que puede conducir a una extralimitación de las medidas preventivas que se antoja contraproducente. Ya sucedió con el SARS al detectarse contagios en Canadá y Europa (Suiza e Italia) o posteriormente con las denominadas gripe aviar y gripe A, producidas por los virus H5N1 y H1N1. Fundamentalmente con la segunda, que en 2010 se extendió por decenas de países -más de 270 casos en el Estado español- y causó 18.337 víctimas mortales en todo el mundo, derivando en un finalmente innecesario acopio de mascarillas o antivirales, concretamente del Oseltamivir, el entonces famoso Tamiflú, que llevó a cuestionar la relación entre la OMS y las farmaceúticas. Hoy, cuando China ha facilitado la secuencia del virus a la farmaceútica estadounidense Inovio Pharmaceuticals -y sus acciones se disparan en Bolsa tras recibir varios millones de dólares de subvención para desarrollar la vacuna contra la cepa de Wuhan-, la suspicacia respecto a la utilización de los recursos sanitarios resurge proporcional al creciente temor al contagio. Especialmente cuando la alarma se expande mucho más rápido que la propia epidemia y llega a incidir en el orden de prioridades, hasta llegar a confundirlas, tanto de las administraciones públicas como de las instituciones sanitarias incluso a nivel planetario. Así que menos histerismo y mejor información, desde el presupuesto clave de la confianza en las voces realmente autorizadas.