en la movilización de agricultores y ganaderos más concurrida de los últimos tiempos, el sector primario tomó ayer la capital navarra para clamar contra la agonía que padecen por mor de unos precios ínfimos, incluso por debajo de costes. Una situación desesperada que en la Comunidad Foral se ha traducido en que en apenas tres lustros los profesionales del campo a título principal hayan menguado a la mitad, hasta menos de 2.500 hoy, con exactamente 78 agricultores menores de treinta años. En el fondo, la falta de rentabilidad de la actividad como consecuencia del progresivo recorte de los márgenes mientras se ha multiplicado de forma geométrica la diferencia entre el precio satisfecho en origen y el desembolso final de los consumidores, con productos cuyo importe en la mesa se ha incrementado un 500%, caso por ejemplo del ajo, la cebolla, la patata, el repollo, la mandarina o la naranja, por citar los casos más paradigmáticos. Contextualizada con datos la imperiosa necesidad de asegurar unos precios dignos, la cuestión radica no tanto en el qué sino en el cómo ante las dificultades derivadas de los rigores de la libre competencia, que incluye la potestad de los distribuidores para escoger los productos reclamo que consideren oportuno. Con la circunstancia agravante de que las ayudas de la PAC no van a aumentar cuando siguen vigentes unos derechos históricos que otorgan subsidios a quienes ya no trabajan en detrimento de quienes sí lo hacen. En esta coyuntura tan adversa para el agro, a los poderes públicos de todo rango compete el arbitrio de medidas tan efectivas como urgentes, desde la evidencia de que los agricultores y ganaderos constituyen asimismo la garantía de pervivencia del estilo de vida rural. Como ayer también se reivindicó justamente en un momento de creciente despoblación que deriva en un descuido del espacio natural y también en la desprotección del patrimonio cultural. Es decir, que agricultores y ganaderos cumplen con una función social más allá de las de procurar alimentos de calidad y generar riqueza y mano de obra, lo que todo junto les confiere un carácter estratégico que necesita de soluciones a largo plazo más que de subvenciones cortoplacistas. También para garantizar unos salarios tan dignos como los precios en aras a la sostenibilidad integral de un sector tradicional de Navarra, básico para su equilibrio territorial y su desarrollo con el mínimo de equidad exigible.