a crisis provocada por la pandemia del COVID-19 no solo tiene demoledores efectos en la salud y en la vida de los contagiados, también alcanza con mucha crudeza al mercado laboral, condenado a repetir la secuencia devastadora sufrida entre 2008 y 2014. Se pierden vidas y se destruyen empleos, en un escenario que hoy es de incertidumbre y que augura un complicado futuro a medio plazo. Quizá lo más positivo es la diligencia con la que los ciudadanos soportan este cautiverio ordenado por decreto y salpicado cada semana por una nueva prórroga en el confinamiento que va consumiendo días, semanas y meses sin que sea posible adivinar ni cómo ni cuándo saldremos de esta. Salvo con excepciones que tratan de encontrar el protagonismo y una presencia en las redes sociales, ese Quédate en casa se está cumpliendo a rajatabla por la mayoría de la población. El objetivo primordial de no contagiar y de no contagiarse es el mejor freno, a la vista de que las estadísticas diarias solo invitan a las autoridades sanitarias a hablar de ralentización, a falta de mejores y más concluyentes noticias. El cumplimiento de las medidas por parte de los ciudadanos tiene también su cara opuesta entre quienes especulan con los materiales sanitarios más imprescindibles en estos momentos. Esta misma semana se ha podido detectar en Navarra un incremento en el precio de las mascarillas de protección, coincidiendo con el anuncio de que en breve plazo su uso puede ser obligatorio. Asimismo, algunos farmacéuticos denunciaban en el Estado el abusivo incremento en el coste de los termómetros, por los que en algunos establecimientos llegan a pedir entre 40 y 50 euros ante la escasez de existencias. En este mercado del oportunismo, el Gobierno de Navarra se ha encontrado con el empecinamiento de Turquía por retener material de primera necesidad sanitaria adquirido en aquel país. Los turcos paralizaron la entrega de respiradores con el argumento de que podían ser útiles y necesarios para ellos. Si la colaboración entre unos países y otros -España es el segundo más afectado del mundo por el número de contagios- también se viene abajo, si el virus también contamina la solidaridad y la ayuda en un momento tan crítico, si hay quien busca sacar ventaja del sufrimiento común, como humanidad habremos comenzado a perder esta batalla.