esde que el pasado mes de abril, en pleno estado de alarma y en uno de los momentos más duros de la Pandemia del covid-19, el Ayuntamiento de Iruña anunciara oficialmente la suspensión de los Sanfermines, la realidad ha ido avanzando fase a fase al tiempo que ha mejorado la situación epidemiológica. Un anuncio esperado y lógico atendiendo a la realidad sanitaria del momento pero que se complica a medida que se acerca la fecha y se relajan las medidas. Iruña en este 2020 no está para fiestas, como no lo están el resto de ciudades que han visto y verán cancelados o suspendidos sus festejos referentes. En la toma de esta decisión ya quedó de manifiesto que el equipo municipal de UPN no había contado con todos los colectivos implicados en las fiestas, ni con la participación ciudadana. Un mal comienzo el no escuchar a todas las partes para recibir aportaciones que contribuyan a gestionar de la mejor manera posible un hecho histórico y complejo. La cancelación o suspensión de unas fiestas como los Sanfermines, de repercusión internacional, es una decisión que no admite errores ni rectificaciones por lo mucho que está en juego. El 6 de julio no habrá Chupinazo, ni el 7 procesión, ni encierros, ni actos propios de las fiestas pero una cosa es la programación y otra las calles y lo que en ellas se viva de manera más o menos espontánea. El Ayuntamiento debería estar ya asumiendo su papel, atendiendo por un lado las indicaciones sanitarias para reforzarlas y tendiendo una mano a los colectivos y barrios para que la ciudad en esos días asuma entre todos y todas la nueva normalidad. Pero hasta el día de hoy el Ayuntamiento está dando demasiados tumbos, demostrando una cierta incapacidad para gestionar un tema de calado en el que poco o nada debe quedar en el aire. Porque una cosa es la corresponsabilidad de los ciudadanos y ciudadanas a la hora de evitar aglomeraciones y actos que puedan poner en riesgo la salud de las personas y otra es la responsabilidad del equipo de gobierno municipal. Las últimas noticias conocidas en las que el propio Ayuntamiento llama a evitar aglomeraciones al tiempo que anima a realizar actos en los barrios, y lanza amenazas de sanciones y prohibiciones, pone de manifiesto los bandazos del equipo de Maya y genera desconcierto. Es tiempo de confiar en la sociedad civil que tantas veces ha demostrado sentido común y madurez por encima de normas e instituciones, aunque esta vez sería bueno que sociedad e instituciones fueran de la mano porque nos jugamos mucho, nada menos que la salud.