a afección a la economía de la parálisis de actividad consecuencia de la pandemia y el horizonte de incertidumbres que a nivel global dibuja un escenario cuando menos preocupante en relación a las estructuras socioeconómicas en Europa, y también en Navarra, sitúa a nuestra comunidad en una encrucijada muy similar a la que ya ha afrontado antes, desde la transición política hasta el desarrollo de las estructuras de autogobierno o en las sucesivas crisis que se han producido periódicamente hasta la de 2008. El Parlamento de Navarra ha aprobado el Plan de Reactivación de Navarra para paliar los efectos sociales, económicos y laborales que ya se derivan de la crisis de la covid-19. Se trata, como objetivo, de reinventarnos de nuevo, de poner en marcha y de adecuar la evolución diseñada desde las instituciones navarras, sobre todo a partir del cambio político de 2015 y 2019, para esta tercera década del siglo XXI. Se trata, en este sentido, de utilizar las herramientas propias del autogobierno de Navarra -en especial sus capacidades fiscales, su margen de endeudamiento y su Convenio Económico- para que el Plan de Reactivación sea realmente efectivo. No un mero ejercicio de propaganda irrealizable. La efectividad de las 126 medidas de urgencia aprobadas es el reto y el objetivo. Navarra ya tuvo un antecedente, no tan lejano, con el llamado Plan Moderna que impulsaron los últimos gobiernos de Sanz y Barcina. Un proyecto que dibujaba una Navarra idílica que terminó siendo un enorme fiasco económico y presupuestario -con cientos de millones de euros dilapidados-, y sin resultado alguno contra los efectos de la crisis de empleo y financiera que trajo a Navarra la anterior crisis. Es cierto que en esta ocasión los efectos de este nuevo desastre socioeconómico provocado por la covid-19 encuentran a Navarra en mejor disposición frente al reto que en la anterior crisis bajo la desastrosa gestión de UPN. Así lo ha demostrado en los últimos tres meses la disposición y efectividad de nuestros servicios públicos. La sociedad navarra y la gestión institucional habían puesto las bases de desarrollo de la Navarra previa al coronavirus, que ya superaba la crisis de 2008 con la tasa de paro más baja del Estado, déficit controlado, solvencia reconocida en los mercados y superávit presupuestario. Un nuevo esfuerzo común, basado en nuestras capacidades de autogobierno, es ahora imprescindible en empleo y cohesión social, en sostenibilidad y medio ambiente, en investigación y tecnología y en solidaridad y servicio.