a concesión de la Medalla de Oro de Navarra a sus más de 19.000 profesionales sanitarios y sociosanitarios es una decisión justa y merecida. La condecoración del Gobierno de Navarra coincide con una tendencia a la baja tras más de un mes de restricciones, tanto en el número de casos de contagio diarios como en la tasa de positividad del coronavirus. Unos datos que, no obstante, quedan empañados por los nuevos siete fallecimientos del miércoles, que eleva ya la cifra total desde marzo a 809. El reconocimiento al esfuerzo profesional y personal de médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, distribución, ambulancias, emergencias, cuidados, atención social, limpieza, residencias..., muchas veces en situaciones adversas, con escasez de medios, con un alto coste sanitario en sus propias filas -más de 2.500 profesionales afectados por la covid-19-, e incluso con la incomprensión de las personas enfermas o de sus familiares, supone también poner en valor la calidad y capacidad del sistema sanitario y de atención social de Navarra. Ello, aún admitiendo los errores y las carencias de personal y de medios que han venido denunciando profesionales y sindicatos -en buena medida, una herencia del proceso de debilitamiento de la sanidad pública que padeció Osasunbidea entre 2011 y 2015 por la mala gestión política de sus responsables-, y que insisten en la necesidad de elevar la apuesta por adecuar las estructuras del modelo de bienestar de Navarra a las necesidades reales de la sociedad por encima de las urgencias de una pandemia excepcional como la de los últimos ocho meses. Las listas de espera eran ya un lastre previo al coronavirus. Navarra no ha dejado, en todo caso, de dedicar esfuerzos financieros y presupuestarios a tratar de cubrir esas carencias -51,8 millones a Salud desde marzo-, y a controlar lo mejor posible una crisis sanitaria que ha afectado y afectará a nuestro modo de vida, a nuestras costumbres y usos y a la actividad socioeconómica. Esta Medalla de Oro da el valor del reconocimiento a la solidaridad que los ciudadanos han mostrado insistentemente con los profesionales sociosanitarios, pero, de alguna manera, también reconoce los ingentes esfuerzos que viene realizando la mayoría de la sociedad navarra para en lo más inmediato preservar la salud y la atención sanitaria y a medio plazo proteger el nivel de bienestar social y desarrollo alcanzado. Mantener esa apuesta es la mejor manera de prever los retos inciertos, sanitarios o de otra índole, que pueda seguir deparando el futuro.