os contagios se disparan en Navarra. Las últimas cifras son inquietantes y colocan a la Comunidad Foral a la cabeza del Estado en la incidencia acumulada en los últimos catorce días. Es más, con 301 casos por 100.000 habitantes, duplica a la media estatal (154). La situación es "muy seria", advirtió ayer el director general de Salud, Carlos Artundo. El endurecimiento de las restricciones desde el puente de San José (19 de marzo) no ha repercutido en la contención, y si lo ha hecho habría que preguntarse por dónde se cuela el coronavirus (la cepa británica está resultando especialmente dañina) para registrarse este incremento que sitúa los últimos datos alrededor de los doscientos casos y la positividad en el 7,8%. Parece claro, a tenor de las últimas intervenciones policiales, que una parte de la población no cumple con las medidas establecidas cuando no las desafía claramente. Las reuniones numerosas de personas, en domicilios, locales de hostelería y espacios públicos, saltándose todas las restricciones, no merman pese a la aplicación de las correspondientes sanciones. Un año después de desatada la pandemia ni el cansancio ni el hastío justifican semejante comportamiento. Frente a las dificultades para contener los contagios y esos picos que obligan a revisar las normas aplicadas, la vacunación es la única esperanza para alcanzar la normalidad y volver a un escenario que se aproxime al de febrero de 2020. En Navarra ya se han administrado más de 121.000 dosis y unas 40.000 personas han completado el tratamiento. Esto supone alrededor del 6% de la población, lo que se antoja escaso si el objetivo, como proclaman las autoridades, es llegar al 70% en verano, pendiente de la llegada de más vacunas para proceder a la aceleración de las inoculaciones. En este sentido, hay que subrayar la advertencia realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la "inaceptable" lentitud con la que se está desarrollando en Europa el proceso de inmunización, un ritmo ralentizado, entre otras cosas, por los conflictos planteados por AstraZeneca, cuya aplicación ha sido paralizada en Países Bajos. Una vacuna que siguen recibiendo en Navarra los menores de 65 años, sin más aparentes alteraciones que los efectos secundarios habituales. Vacunas sin las que no se atisba el final de este callejón sin salida.