ada vez parece más evidente que Catalunya se encamina hacia la apertura de una nueva etapa que, sobre bases, actitudes y planteamientos diferentes a los vigentes en los últimos años, puede llevar a vías de entendimiento que acerquen a la solución del conflicto histórico de carácter político que vive esta nación. Es, por tanto, tiempo de esperanza que aún es preciso consolidar. Tras la puesta en marcha del nuevo Govern presidido por Pere Aragonès hace apenas doce días, el tenso clima político en el que ha estado inmersa Catalunya se ha ido reconduciendo hacia posiciones más templadas y posibilistas, con el horizonte de la activación de los indultos a los presos del procés que prepara, al parecer de manera inminente, el Gobierno de Pedro Sánchez. En este contexto es en el que hay que situar los dos hitos que tuvieron lugar ayer. Por una parte, Sánchez y Aragonès escenificaron de manera muy notoria el acercamiento entre ambos gobiernos y su apuesta, al menos en teoría, por el establecimiento de un nuevo ciclo de relación basado en el respeto mutuo y el diálogo para resolver el conflicto. No es poco, dados los antecedentes de los últimos años y, también, las posiciones numantinas que algunos sectores continúan aún manteniendo. Las palabras escuchadas ayer de boca de ambos mandatarios -como concordia, reencuentro, diálogo o acuerdos- y el tono empleado nada tienen que ver con la tensión y la confrontación precedentes. Por otra parte, la nada casual coincidencia de este primer y breve encuentro entre los presidentes catalán y español con la reveladora y contundente carta publicada por el líder de ERC, Oriol Junqueras -todavía en prisión- en la que asume que los indultos pueden "aliviar" el conflicto y el sufrimiento y reitera que la unilateralidad no es viable ni deseable viene a apuntalar el camino de la mesa de negociación. La misiva del dirigente republicano contiene además una autocrítica fruto de una profunda reflexión sobre las fortalezas del independentismo pero sobre todo sobre las debilidades y errores cometidos. Lo cual lleva a echar en falta similar nivel de reconocimiento por la otra parte. Con todo, el diálogo y, más en concreto, la mesa activada entre ambos gobiernos, con el "alivio" de los indultos, se abre camino, por fin, para una sociedad como la catalana que merece una solución real, democrática, legítima, viable y con plenas garantías.