ecesitamos políticos con el suficiente talento como para convertir conflictos como el catalán en un problema que hay que resolver y en el que gane la ciudadanía". El filósofo José Antonio Marina reflexiona sobre la situación en Catalunya en una entrevista concedida a este periódico la víspera de la manifestación de Colón, ejemplo precisamente de lo contrario, de representantes políticos que han convertido la confrontación y el odio en su bandera y que más que al futuro miran a la herencia del franquismo. La ultraderecha demostró ayer que manda en el triunvirato PP, Vox y Ciudadanos, de nuevo de la mano pero divididos en la foto (los complejos de posar con Vox), esta vez contra los indultos a políticos catalanes, queriendo aprovechar este acto, al igual que ocurrió con las elecciones madrileñas, para desgastar al Gobierno de Sánchez, al que acusan de "ceder" al "chantaje" de los indultos por mantenerse en la "poltrona". El resultado ha sido realmente el contrario, no solo por el fracaso de la convocatoria sino porque la maniobra puede reforzar al presidente, tanto dentro del partido como fuera, ya que sus socios en el Congreso están viendo realmente cuál es la alternativa. Una marcha que se volvió contra Casado y Arrimadas, objeto de insultos, y que solo benefició al tándem Abascal-Ayuso. La presidenta madrileña acusó a Sánchez de querer hacer al rey "cómplice" de los indultos para desviar la atención sobre la incapacidad de su partido para negociar. Y Vox, en primera fila, supo capitalizar la movilización, para demostrar que grita más fuerte a favor del integrismo nacionalista español. A su vez, UPN se retrató aún más en su deambular ideológico. El socio de PP y Ciudadanos apoyó la concentración, arrastrado por una derecha radicalizada, pero evitó dejarse ver junto a Vox, mientras que Esparza se puso de perfil. Ajena ha quedado la ciudadanía, más preocupada por la situación sanitaria, económica o del precio de la vivienda, y que sabe que la judicialización de la política se produce cuando los gobernantes no quieren asumir sus obligaciones. Los indultos, el perdón a los líderes catalanes condenados en la sentencia del procés por delitos de sedición y malversación, con penas de 9 a 13 años de cárcel absolutamente desproporcionadas, son una de las vías para normalizar Catalunya y reconciliar a su población, que mayoritariamente no renuncia a un referéndum sobre el derecho a la autodeterminación. Sin olvidar que ERC, JxCat y CUP superan la mayoría absoluta.