l pulso interno entre las corrientes del soberanismo catalán aflora ruidosamente en torno a la mesa de diálogo que se constituye hoy y en la que Junts per Catalunya (JxCat) quería incluir como sus representantes a varios políticos indultados por el procès que no participan en el Govern. Con independencia de que un eventual movimiento in extremis pudiera hoy mismo incorporar a representantes del partido de Puigdemont a la mesa, la sensación de permamente competencia por el liderazgo no ayuda a que fructifique una mínima normalización de la vida política en Catalunya. La presencia de Pedro Sánchez en la mesa de diálogo, desvelada en la noche del lunes, precipitó un paso que no estaba previsto y que era la inclusión de los representantes extragubernamentales de JxCat. Esto se hace sabiendo que el criterio original fijado por el president Aragonès era el de una representación oficial de miembros del gabinete catalán, lo que supone un elemento de tensión añadida que el líder de ERC ha resuelto cortando por lo sano. Esa mesa de diálogo, por inciertas que sean sus expectativas, es hoy uno de los hilos conductores del restablecimiento de la confianza entre Catalunya y el Estado pero sufre el riesgo de capitalizarse entre ERC y el propio Sánchez, lo que supondría un problema para ambos a la vista de que sus resultados distan de ser inmediatos pero el desgaste sería permanente. Catalunya no necesita que se la ponga permanentemente ante la tesitura de cruzar una línea sin retorno. La frustración es antecedente de la ruptura y esa experiencia ha dejado heridas en el cuerpo soberanista que siguen abiertas. Además, consolidar una vía de diálogo sin exclusión y sin exigencias inadmisibles para una parte debería estar en l aprioridad de este momento. Mientras sigua siendo trémula la restauración de la confianza, los ataques llegarán de todos lados. Ahí está el debate ficticio que apadrina la derecha española sobre la conveniencia de llenar de mesas bilaterales la estructura de relación de las comunidades autónomas con el Gobierno del Estado. Un remedo del fracasado café para todos solo esgrimido como humo político para entorpecer la visibilidad de la realidad. Las necesidades de estructuración eficiente del Estado y su financiación autonómica no deben ocultar circunstancias muy específicas de la relación que las naciones históricas -Navarra a la cabeza junto al resto de Euskal Herria, Catalunya y Galicia-, legítimamente puedan plantear y consensuar con él.