El Gobierno de Navarra ha optado por apostar por un mensaje de optimsmo y tranquilidad en una situación, como la actual, de creciente presión inflacionista sobre lo precios y la capacidad adquisitiva de los salarios y una inestabilidad también creciente en los costes de la energía y los combustibles que afectan directamente a capacidad productiva y la rentabilidad de las empresas navarras. El vicepresidente Javier Remírez fue contundente al ensalzar la capacidad de gestión de la crisis del Gobierno foral -puso como ejemplo la gestión de la pandemia sanitaria-, y también al defender el mantenimiento de las previsiones de crecimiento del PIB foral para este año 2022 pese a que hay ya signos más que evidentes de que la situación puede conllevar inevitablemente una rebaja de esos postulados.

Es cierto que Navarra ha adoptado ya algunas mínimas medidas para afrontar las consecuencias de esta ralentización económica en sus afecciones a los sectores más vulnerables, así como la oferta de 30 millones de euros más en avales a través de Sodena y Elkargi y la reducción del IRPF que será efectiva en 2023. Y también lo es que el Gobierno central ha puesto en marcha un paquete de actuaciones de urgencia para responder a la de crisis acentuada por la invasión de Ucrania. Pero a nadie se le escapa que esos mensajes optimistas, tranquilizadores y autocomplacientes pueden chocar con una dura realidad que los convierta en agua de borrajas si la guerra se prolonga en el tiempo. Sin dudas, sus consecuencias serán cada vez más graves en el sistema económico y de consumo europeos -Alemania ofrece ya graves señales de alerta en su economía-, y sólo esa gravedad y alcance de esa incertidumbre debiera exigir al Gobierno de Navarra una reflexión y una actitud más realista y precavida.

Parece perentoria la necesidad de acompañar las imprescindibles medidas paliativas del momento de crisis actual con iniciativas de calado más transformador y estructural. Navarra ya tiene configurado ese camino -aunque el retraso de los Fondos Europoes esté ralentizando el proceso-, en los ejes de la salud y el cuidado de las personas, la continua formación del capital humano, las energías renovables, la movilidad, la sostenibilidad que aporta la economía circular, la digitalización y el entorno urbano y el natural como factores de desarrollo. Estaría bien que este Gobierno diseñara sus propias medidas para asegurar esas prioridades echando mano de las fortalezas y oportunidades de Navarra.