Terminado el Pleno de tres días en el Congreso de los Diputados, más allá de las iniciativas anunciadas por el Gobierno y las leyes que han resultado aprobadas, una panoplia de propuestas de resolución de los diferentes grupos ha retratado varios choques políticos sin mayor alcance que el de constatar que no existe la base de consenso para decantar de un modo firme un proyecto vertebrado de Estado. Las diferentes fuerzas sigue teniendo pendientes de encarar muchos de sus fantasmas y, lejos de fijar las bases de un modelo a desarrollar, se ven supeditados a estrategias de corto plazo. Tal fue el caso de la escenificación realizada por Alberto Núñez Feijóo en el Congreso ayer cuando pretendió confrontar la aprobación de la Ley de Memoria con una reunión de asociaciones de víctimas del terrorismo -de la que se desmarcó Covite-. Ni las víctimas de esa violencia injusta merecen ser utilizadas como munición ideológica ni la construcción de una memoria justa será posible sin el reconocimiento, visibilidad y ejercicio de reparación de todas las víctimas con independencia de su victimario. Es de la violencia como mecanismo político ilegítimo de lo que se trata y no tapar con el dolor de unas la legitimidad del reconocimiento de otras. Por otro lado, entre las resoluciones que no obtuvieron ayer el respaldo mayoritario del Congreso por la negativa del PSOE a aprobarlas con sus votos, quedaron en el mismo descarte la que a iniciativa de Vox pretendía un reforzamiento de lo que calificaba de unidad nacional y las que las fuerzas soberanistas vascas, catalanas y gallegas promovieron para el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado. No están en el mismo nivel de legitimidad democrática las pretensiones de homogeneización social y cultural por negación de la diversidad y la recentralización de funciones y competencias que propugna allá donde tiene margen para hacerlo la ultraderecha que la demanda de una reforma legal que consolide la especificidad sutilmente admitida de las nacionalidades históricas, como reclamaba, por ejemplo, la iniciativa del PNV. El PSOE no puede seguir en ninguna parte en asuntos como este. La bifurcación del camino obliga a elegir entre la vertebración de un modelo de convivencia por la vía del mutuo reconocimiento y la indisimulada involución del modelo autonómico. Lo demás es otro choque estéril.