uno de los principales objetivos de la guerra desatada por Vladímir Putin en Ucrania, si no el principal, es la desestabilización y el debilitamiento de Europa. Lo ha sido desde siempre y sus planes se han intensificado en los últimos años con todo tipo de armas, en especial la manipulación mediática, el espionaje y la guerra cibernética contra los países europeos.
La invasión de Ucrania no solo ha llevado la guerra al corazón de Europa sino que está teniendo consecuencias sociales y económicas graves. La utilización del cereal ucraniano –y, por tanto, la amenaza de hambrunas– y del suministro de petróleo y gas como armas de guerra están generando importantes problemas y crisis a todos los países. La reciente decisión de Gazprom de reducir de manera drástica el suministro de gas a través de Nord Stream aduciendo una parada técnica ha activado todas las alarmas, en especial en Alemania, fuertemente dependiente del gas ruso. En buena lógica, el país germano teme que el corte no sea provisional, sino permanente, lo que tendría graves repercusiones de cara al invierno.
De hecho, el Ejecutivo alemán ha llamado a su ciudadanía a un drástico ahorro de energía mientras busca de forma desesperada cómo llenar depósitos, explora vías alternativas de suministros y estudia recurrir a centrales de carbón y petróleo. Decisiones impopulares que sin duda tendrán un coste político para el nuevo Gobierno encabezado por Olaf Scholz, que, por otra parte, está siendo excesivamente tibio respecto a la guerra.
En todo caso, las secuelas de esta brutal guerra híbrida de Putin se están sintiendo en toda Europa, ahogada en una inflación desbocada derivada del conflicto bélico, sus consecuencias directas y la incertidumbre que genera. No es ajena tampoco a ello la dimisión presentada el pasado jueves por el primer ministro italiano, Mario Draghi, renuncia que fue rechazada por el presidente, Sergio Mattarella, que tiene hasta el miércoles para convencer al tecnócrata mandatario para que reconsidere su decisión.
Una crisis que obviamente tiene causas internas –Italia lleva tres gobiernos en una legislatura– pero que se ha desbordado por la dura actitud de Draghi contra Rusia y de apoyo a Ucrania que no ha gustado a sus socios populistas del M5S, y por las medidas que ha debido tomar. Putin sabe cómo desestabilizar y no dudará en buscar resquicios para seguir haciéndolo.