Precocidad que tiene muchas lecturas. Navarra es una de las comunidades (junto con Valencia) donde los jóvenes comienzan antes a consumir alcohol, drogas (en cannabis junto a Castilla la Mancha) y tabaco. Ya en la pandemia se puso de manifiesto que el hecho de juntarse en cuadrillas y compartir mucho tiempo juntos, unido al uso de las bajeras, fue una de las razones que explicó el mayor número de contagios por Covid en nuestra Comunidad. Por cierto, una de las comunidades donde más crece el poder adquisitivo tiene una adolescencia más permisiva en materia de consumos. Habrá que mirárselo. Padres, madres, sociedad, instituciones... Lo cierto es que en Navarra la edad media para probar el tabaco son los 16,1 años, cuando la media nacional asciende a 16,6, bastante cercana en todo caso. En el caso del alcohol, en Navarra se empieza a consumir con 15,9 años (edad más que temprana), y la media nacional es de 16,5, y en el cannabis, Navarra a los 17,5 años (preocupante) y la media nacional de 18,3. El estudio revela que las borracheras se dan más entre los jóvenes adultos de 15 a 34 años. Precisamente hace tres años Salud Pública lanzó una campaña en Navarra “Beber lo normal puede ser demasiado, ¿conoces tus límites?”, con el fin de promover una reflexión social sobre el consumo del alcohol, la percepción del riesgo que conlleva y la tolerancia social existente a dicha sustancia. En ella se reflejaba que el tabaco sigue siendo la primera causa de enfermedad y muerte evitable, interviniendo como causa en 15 tipos de cánceres y distintas enfermedades del corazón, cerebro, pulmón, etcétera. El consumo de riesgo de alcohol a su vez está relacionado con más de 60 enfermedades, entre ellas, varios cánceres y la cirrosis hepática. Y el cannabis se asocia a un mayor riesgo de padecer trastornos mentales. El alcohol es hoy la sustancia que se percibe como menos peligrosa mientras que es el cannabis la droga ilegal que se considera más disponible, considerada como fácil o muy fácil de conseguirlo en 24 horas. ¿Y por qué se bebe? Para disfrutar, celebrar, socializar lo que ocurre es que muchas veces se produce el efecto contrario. Perder el autocontrol puede empujar a realizar actos no responsables, como tener relaciones sexuales a las que se hubiera dicho que no en otras circunstancias, por no hablar de la resaca. Y puede también reducir el estrés o el nerviosismo pero con un efecto rebote: los problemas no desaparecen con alcohol, al contrario, la tristeza y la depresión pueden amplificarse, advierte la campaña.