La Unión Europea ha reconocido, por fin, lo que la sociedad civil y las organizaciones de derechos humanos llevan meses denunciando: existen “indicios” de violaciones graves de los derechos humanos cometidas por Israel en la Franja de Gaza. Sin embargo, esta tímida admisión se queda corta. Porque no basta con identificar la injusticia; hace falta tener el coraje político de actuar en consecuencia. Y ahí es donde la UE vuelve a fallar. Mientras las bombas caen sobre una población civil atrapada, la comunidad internacional -y en particular Europa- se limita a emitir comunicados ambiguos y declaraciones de preocupación que no salvan vidas ni detienen el horror. Afirmar como lo hace la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, que la principal preocupación “es la distribución de la ayuda humanitaria” revela la insensibilidad de Europa ante la muerte diaria por decenas de palestinos indefensos.
El lenguaje diplomático de “indicios” contrasta brutalmente con la contundencia de las imágenes: hospitales reducidos a escombros, niños sin refugio, familias enteras aniquiladas. ¿Qué más hace falta para pasar de los “indicios” a la condena firme y a las sanciones? La división entre los Estados miembros refleja un fracaso moral y político. Algunos países, especialmente del norte y este de Europa, prefieren alinearse con Washington y cerrar filas con Israel, aunque ello suponga mirar hacia otro lado ante posibles crímenes de guerra. Otros, como España, Irlanda o Bélgica, alzan la voz tímidamente, pero sin poder arrastrar al conjunto del bloque hacia una posición ética coherente.
Esta falta de unidad y valentía convierte a la Unión Europea en cómplice pasiva de una catástrofe humanitaria. Porque cuando se tolera la impunidad, se alimenta la barbarie. Y cuando se condenan las violaciones de derechos humanos en unos países, pero se ignoran en otros por motivos geopolíticos, se pierde toda credibilidad. No se puede hablar de valores europeos mientras se financia y se comercia con un gobierno que arrasa barrios enteros y bloquea la ayuda humanitaria.
Gaza no necesita lástima, necesita justicia. Y Europa tiene los instrumentos -económicos, diplomáticos, políticos- para contribuir a esa justicia. Lo que falta es voluntad. Mientras tanto, cada día que pasa sin una reacción firme por parte de la Unión Europea, es otro día en el que la impunidad israelí se afianza.